martes, 12 de febrero de 2013

Mi ultima noche


Caía la tarde en la ciudad. El sol se perdía en el horizonte. Desde su ventana, ella sabia que aquella iba a ser su ultima noche. Al día siguiente partía a la guerra, una guerra tonta hecha por unos reyes caprichosos. Todo se había desatado por una tontería en una cena en la corte. El rey Aghdali tuvo la indecencia de no levantarse cuando entro el rey Ruben III. Esa ofensa sucedió hace dos meses, en ese tiempo han habido escaramuzas a lo largo de la frontera pero el gran enfrentamiento contra las tropas de Aghdali sera mañana. Con el despunte del alba un ejercito de 11000 hombres de infantería y 6000 de caballería invadirán el país vecino de Rajhact. Yo iré en la vanguardia, comandando a la primera compañía de arqueros. Pero eso seria mañana, hoy aun estoy viva.

Baje a la calle, deambulando sin rumbo fijo, mi mente solo podía pensar en lo que al día siguiente iba a acontecer. De una taberna salieron cuatro chicos enrojecidos y riendo, sin duda estaban borrachos o por lo menos habían bebido algo.

-Sarah, únete a nosotros, divirtámonos esta noche que puede ser la ultima.
-No, gracias chicos, no quiero beber esta noche y vosotros no deberíais hacerlo mucho mas, quisiera que mi compañía estuviera lucida mañana.
-Si, comandante, estaremos bien mañana. Ademas no podemos negarnos a una chica tan guapa.- dijo otro de ellos.
-Seguir divirtiéndose chicos.- dijo Sarah con una media sonrisa.

Sarah dejo allí a esos hombres y siguió andando por la ciudad de Karmyack. Aun cuando se iba seguía oyendo comentarios de los cuatro hombres: “Que suerte tenemos de tener a una comandante tan guapa.” “Si , vamos adentro a tomarnos la ultima a su salud.” Todos los demás comentarios se perdieron en el lió de sus pensamientos.

Karmyack era una gran ciudad fronteriza, la mayoría de sus ingresos venían de la mina de hierro y de la pesca.

Desde las altas murallas se podía ver en la lejanía el campamento del ejercito enemigo. Un hombre experimentado podía calcular, con un pequeño margen de error, la cantidad de soldados que componían el ejercito enemigo por la cantidad de fogatas . Pero aun así, era bien sabido el truco de encender mas hogueras de las necesarias para engañar al enemigo.

Era una noche calurosa, Sarah iba andando sumida en sus pensamientos, sin hacer caso de la gente que reía en las tabernas, de la gente que la llamaba ni de los hombres que perseguían a unas mujeres que se dejaban coger entre risas. Era la ultima noche de muchos y estaban disfrutándola. Quizá ella debería hacer lo mismo.

Se fue alejando del ruido, de las risas y la juerga. Los cruces se sucedían uno tras otro. Sin darse cuenta llego a una calle que había jurado no volver nunca. Se acerco a una casa, toco la aldaba y su mente se inundo de recuerdos. Toco en la puerta esperando no hallar respuesta, su mente le decía vete pero el cuerpo no le respondía, solo aceptaba las ordenes de su corazón. Una mujer mayor abrió la puerta.

-Sarah, ¿eres tu? Pasa chiquilla, pasa. ¿Vienes a ver a Julian?
-Si, ¿no esta?
-Julian murió en una de esas escaramuzas.

A Sarah se le anegaron los ojos en lagrimas, se derrumbo en el suelo y comenzó a lloras.

El ejercito marchaba, miles de corazas brillaban bajo el sol naciente, el suelo retumbaba bajo los cascos de los caballos. Sarah, a la cabeza de la compañía, marchaba a una guerra, no a una guerra tonta, sino a luchar contra un enemigo que le había arrebatado a la persona que mas había querido en la vida. A la vista del ejercito pensó: “No han mentido con las hogueras, de verdad son muchos.” Pero aun así no vacilo cuando grito: “¡Carguen, apunten, fuego!” y una tras otra envió oleadas de muerte a los asesinos de su amor. Ya nada le importaba en esta vida, ni siquiera intento huir cuando la caballería enemiga cargo contra ellos, y aun antes de caer bajo los cascos de los caballos logro descabalgar a cuatro jinetes. Su ultimo pensamiento antes de morir fue: “Julian, te abandone, fui una tonta, pero ahora no nos separaremos nunca.”

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