Recomendación del autor: si podéis, leer el texto con esta música de fondo para mayor ambientación https://www.youtube.com/watch?v=vodd6C5ryUU
La habitación
se encontraba en penumbras. Débiles rayos de luz entraban por las rendijas de
la persiana iluminando la cama en la que yacía una joven debajo de las mantas.
Sara estaba inquieta, todos los días se despertaba recostada en el pecho de su
novio Juan mientras este le acariciaba su largo pelo rojizo, pero esta mañana
se despertó sola en la cama.
Sara sacó un
brazo de debajo de las mantas para encender la luz de la mesilla, pero, en el
camino, su mano chocó con un objeto que cayó al suelo. Encendió la luz y pudo
ver que el objeto era una pequeña cajita de madera. La tapa superior se había
abierto con la caída. Por dentro, estaba forrada con terciopelo rojo sobre el
que descansaba una pequeña nota.
"Estoy
deseando verte. Aquí, el aire tiene un aroma especial. ¿Recuerdas el olor de
las flores de cerezo?"
A Sara, inconscientemente,
se le elevó la comisura de los labios formando una pequeña sonrisa. Esa nota
solo podía referirse a un lugar, el parque de cerezos que presencio su primer
beso y su primer te quiero.
Sara se vistió
y, sin pararse a desayunar, salió a la calle, rumbo al parque. Cuando llego allí,
el viento levantó una nube de pétalos que volaban por el aire en todas
direcciones como si fueran copos de una nieve rosada. Entre esta improvisada
niebla distinguió a un hombre que esperaba al lado de un cerezo de espaldas a
ella. Se acerco con sigilo para asustarle y cuando estaba cerca, una muchacha apareció
de la nada, lo saludó con un ligero beso en los labios y se fueron cogidos de
la mano.
Sara,
desilusionada, buscaba con la mirada sin hallar rastro de nadie en el parque
hasta que reparó en una pequeña cajita de madera a los pies de un cerezo. Esta
era idéntica a la que se encontró en su habitación. Al abrirla, descubrió
dentro otra nota.
"Lo
siento, quería estar ahí, pero me entro hambre. ¿Recuerdas el sabor del teriyaki?"
A Sara se le
escapó otra sonrisa cuando terminó de leerla y se dio cuenta de que Juan estaba
jugando con ella. La siguiente ubicación también era sencilla de adivinar. Ella
solo había comido pollo teriyaki una vez en su vida, en el restaurante donde
tuvieron su primera cita.
En el bar
del restaurante habían unas pocas personas desayunando, pero Juan no se
encontraba entre ellas. Se acerco a la puerta acristalada que separaba el salón
del bar y se la encontró abierta. Los camareros estaban preparando las mesas y
el metre se acerco rápidamente a ella.
- Señorita,
aun no hemos abierto. - le dijo con una suave voz.
- Lo siento,
estaba buscando a alguien.
- Ah, ya
veo. Espere aquí un momento.
El metre se
fue volviendo al poco tiempo con una cajita de madera entre sus manos. Esta era
idéntica a la que se encontró en su habitación y en el parque. Al abrirla, descubrió
dentro otra nota.
"Sabes
que te quiero. Te he querido desde que mis ojos se posaron por primera vez
sobre ti."
Sara le dio
las gracias al metre y salió del restaurante. Andaba por la calle distraída
mientras pensaba en la nota. Sin duda, esta hablaba de cuando se conocieron. No
sabía adonde debía dirigirse hasta que de pronto se acordó. La primera vez que
se vieron fue en el coche de ella cuando fue a recoger a un amigo, la persona
que los presentó.
El coche se
encontraba en el garaje de su casa. Cuando llegó, no se sorprendió al encontrar
otra cajita en el asiento del conductor.
"Enhorabuena
heroína, pero el príncipe que buscas no se encuentra aquí. Búscalo en la torre más
alta."
Una gran
sonrisa adornó su cara. Esto era tan propio de Juan. El nunca perdía la
oportunidad de meterse con ella por su afición al videojuego de Mario. Arrancó
el coche y se dirigió a la catedral, sin duda, la torre más alta de la ciudad.
La plaza de
la catedral se encontraba repleta de gente. Algunos iban de aquí para allá
mientras otros estaban tranquilamente sentados en la terraza de los bares. Por más
que miraba, no veía a Juan por ningún sitio. Buscándolo, llegó a la puerta de
la catedral, que se encontraba cerrada. A sus pies se encontraba otra pequeña
cajita de madera. Cuando la abrió, esperando encontrar otra nota, se quedó
helada pues en su interior se encontraba un pequeño anillo de plata con un
diamante engarzado.
- ¿Quieres
casarte conmigo? - oyó a su espalda.
Sara se giró
mientras le corrían las lagrimas por la cara y se abalanzó sobre él, rodeándolo
con sus brazos y repitiendo, una y otra vez, sí, sí, sí, sí.
Allí, a los
pies de la catedral, la feliz pareja se fundió en un eterno beso.
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