El pueblo de Trusberg estaba situado en lo
alto de una colina, en lo alto de esta se levantaba la casa del prefecto. Los
limites estaban bien definidos por una empalizada de madera donde los
soldados hacían las rondas. El pueblo era grande, contaba con una
fragua, un mercado, tres posadas, un cadalso y hasta un lupanar.
Astridd se levanto de la cama y se dispuso
a asearse mientras su cliente salía de la habitación con una sonrisa
en los labios. Astridd se puso una bata de seda muy fina que dejaba ver más de
lo que tapaba y las transparencias de la bata dejaban ver el resto.
Se sentó delante de una cómoda y con su cepillo favorito,
era de plata con la punta del mango afilada y cerdas naturales que le regalo
uno de sus mejores clientes, empezó a cepillarse la larga melena
rubia de la que estaba tan orgullosa.
Unos ruidos de risas de niños en la calle
atrajeron su atención se acerco a la ventana y se asomo a ver lo que
pasaba. En la calle había un grupo de niños siguiendo a una elfa a
caballo. La elfa tenía el pelo castaño ondulado hasta media espalda. Llevaba un
chaleco sin mangas anudado por el centro que le llegaba por debajo de los senos
dejando la barriga al aire, un pantalón de cuero ceñido y unas botas
altas que le llegaban a las rodillas. Todo en su vestimenta
era marrón perfecta para acechar en los bosques, excepto la capa que
era roja con una pequeña cenefa dorada.
El caballo piafaba y bailoteaba inquieto,
moviendo la cabeza de un lado a otro manteniendo alejados a los críos.
Astridd se dio cuenta del cuerno en la testa del caballo.
Nunca había visto un unicornio, ahora entendía porque los rapaces hacían tanto
revuelo, seguramente para ellos también sería la primera vez
que veían uno y muy posiblemente la ultima. Astridd no dejaba de
mirarlo hasta que la distrajo una mano que se poso en el interior del muslo e
iba ascendiendo.
Idrial iba sumida en sus pensamientos,
cabreada consigo misma por haber dejado atrás a Dayagon. No se dio
cuenta del nerviosismo de Ithil hasta que está corcoveo, amenazando con tirarla
de su lomo. Idrial la calmo un poco con unos toques en el cuello y desmonto.
Ithil daba en el suelo con los cascos y piafaba. En otra ocasión
Idrial habría sonreído al ver que Ithil no encontrara a nadie
digno de acercarse a ella en todo el pueblo. Pero no en este momento. En este
momento, Idrial la abrazo por el cuello para tranquilizarla.
- Lo siento, le
esperare aquí hasta la tarde, ya te avisare cuando salga.
Ithil relincho y sacudió la
testa como respuesta. Idrial la soltó, cogió sus cosas e Ithil se fue
al galope espantando a los niños.
Idrial fue primero al mercado y compro
provisiones, plumas de halcón y varillas de madera. Como
no encontró puntas de flecha de su agrado se dirigió a
la herrería esperando tener más suerte allí
No encontró las puntas serradas que hacían los elfos pero
se conformo con unas puntas de acero de tres filos.
Una vez acabadas todas las compras fue a
la posada que estaba situada al lado de la entrada al pueblo. Entro y
se sentó en una mesa al lado de la ventada desde la que se divisaba
la puerta de la empalizada.
- ¿Que desea? - Dijo el posadero al lado
de ella
- Pollo asado y una jarra de vino tinto
del Eiss para acompañarlo. - respondió sin siquiera mirarlo.
El posadero volvió enseguida con
una jarra y una copa de cristal, la dejo encima de la mesa y fue a la cocina a
por la comida. Idrial se sirvió una copa de aquel liquido rojo oscuro
y bebió un sorbo mientras miraba por la ventana. El posadero le puso
delante un plato con un pollo del que todavía salía humo.
- ¿Desea algo mas, señora?
- Tráeme otra jarra de vino,
esta vez sin agua. El agua solo me gusta cuando la tomo sola. -
Dijo mirándole a los ojos por primera vez.
El posadero se llevo la
jarra sustituyéndola enseguida por otra. Esta vez sin agua.
Idrial termino de comer el pollo, aparto
el plato y saco encima de la mesa lo que había comprado
ese día No le gustaban las flechas
que vendían Prefería hacerlas ella. La diferencia es que
las penas eran demasiado pequeñas y se ponen a lo largo del asta mientras que
en las suyas coloca las plumas en espiral consiguiendo una mayor precisión y
mas silenciosas aunque fueran un poco más lentas. Entre flecha y flecha miraba
por la ventana esperando ver a Dayagon cruzando la puerta de la empalizada.
Cuando hubo
terminado, recogió todas sus cosas, dejo unas monedas en la mesa y salió
de la posada. Cruzo el pueblo y salió por la puerta del sur y cuando ya estaba
lo suficientemente lejos de Trusberg silbo. Ithil apareció desde el
bosque trotando hacia ella.
-Parece que vamos a tener que seguir
solas. - Dijo Idrial mientras le asomaba una lagrima en los ojos.
Se subió a su lomo, se limpio la
lagrima y continuaron su viaje.
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