miércoles, 13 de marzo de 2013

La leyenda de Dayagon - Capitulo 4

El pueblo de Trusberg estaba situado en lo alto de una colina, en lo alto de esta se levantaba la casa del prefecto. Los limites estaban bien definidos por una empalizada de madera donde los soldados hacían las rondas. El pueblo era grande, contaba con una fragua, un mercado, tres posadas, un cadalso y hasta un lupanar.

Astridd se levanto de la cama y se dispuso a asearse mientras su cliente salía de la habitación con una sonrisa en los labios. Astridd se puso una bata de seda muy fina que dejaba ver más de lo que tapaba y las transparencias de la bata dejaban ver el resto. Se sentó delante de una cómoda y con su cepillo favorito, era de plata con la punta del mango afilada y cerdas naturales que le regalo uno de sus mejores clientes, empezó a cepillarse la larga melena rubia de la que estaba tan orgullosa.

Unos ruidos de risas de niños en la calle atrajeron su atención  se acerco a la ventana y se asomo a ver lo que pasaba. En la calle había un grupo de niños siguiendo a una elfa a caballo. La elfa tenía el pelo castaño ondulado hasta media espalda. Llevaba un chaleco sin mangas anudado por el centro que le llegaba por debajo de los senos dejando la barriga al aire, un pantalón de cuero ceñido y unas botas altas que le llegaban a las rodillas. Todo en su vestimenta era marrón  perfecta para acechar en los bosques, excepto la capa que era roja con una pequeña cenefa dorada.

El caballo piafaba y bailoteaba inquieto, moviendo la cabeza de un lado a otro manteniendo alejados a los críos. Astridd se dio cuenta del cuerno en la testa del caballo. Nunca había visto un unicornio, ahora entendía porque los rapaces hacían tanto revuelo, seguramente para ellos también sería la primera vez que veían uno y muy posiblemente la ultima. Astridd no dejaba de mirarlo hasta que la distrajo una mano que se poso en el interior del muslo e iba ascendiendo.



Idrial iba sumida en sus pensamientos, cabreada consigo misma por haber dejado atrás a Dayagon. No se dio cuenta del nerviosismo de Ithil hasta que está corcoveo, amenazando con tirarla de su lomo. Idrial la calmo un poco con unos toques en el cuello y desmonto. Ithil daba en el suelo con los cascos y piafaba. En otra ocasión  Idrial habría sonreído al ver que Ithil no encontrara a nadie digno de acercarse a ella en todo el pueblo. Pero no en este momento. En este momento, Idrial la abrazo por el cuello para tranquilizarla.

- Lo siento, le esperare aquí hasta la tarde, ya te avisare cuando salga.

Ithil relincho y sacudió la testa como respuesta. Idrial la soltó, cogió sus cosas e Ithil se fue al galope espantando a los niños.

Idrial fue primero al mercado y compro provisiones, plumas de halcón y varillas de madera. Como no encontró puntas de flecha de su agrado se dirigió a la herrería  esperando tener más suerte allí  No encontró las puntas serradas que hacían los elfos pero se conformo con unas puntas de acero de tres filos.

Una vez acabadas todas las compras fue a la posada que estaba situada al lado de la entrada al pueblo. Entro y se sentó en una mesa al lado de la ventada desde la que se divisaba la puerta de la empalizada.

- ¿Que desea? - Dijo el posadero al lado de ella
- Pollo asado y una jarra de vino tinto del Eiss para acompañarlo. - respondió sin siquiera mirarlo.

El posadero volvió enseguida con una jarra y una copa de cristal, la dejo encima de la mesa y fue a la cocina a por la comida. Idrial se sirvió una copa de aquel liquido rojo oscuro y bebió un sorbo mientras miraba por la ventana. El posadero le puso delante un plato con un pollo del que todavía salía humo.

- ¿Desea algo mas, señora?
- Tráeme otra jarra de vino, esta vez sin agua. El agua solo me gusta cuando la tomo sola. - Dijo mirándole a los ojos por primera vez.

El posadero se llevo la jarra sustituyéndola enseguida por otra. Esta vez sin agua.



Idrial termino de comer el pollo, aparto el plato y saco encima de la mesa lo que había comprado ese día  No le gustaban las flechas que vendían  Prefería hacerlas ella. La diferencia es que las penas eran demasiado pequeñas y se ponen a lo largo del asta mientras que en las suyas coloca las plumas en espiral consiguiendo una mayor precisión y mas silenciosas aunque fueran un poco más lentas. Entre flecha y flecha miraba por la ventana esperando ver a Dayagon cruzando la puerta de la empalizada.

Cuando hubo terminado, recogió todas sus cosas, dejo unas monedas en la mesa y salió de la posada. Cruzo el pueblo y salió por la puerta del sur y cuando ya estaba lo suficientemente lejos de Trusberg silbo. Ithil apareció desde el bosque trotando hacia ella.

-Parece que vamos a tener que seguir solas. - Dijo Idrial mientras le asomaba una lagrima en los ojos.


Se subió a su lomo, se limpio la lagrima y continuaron su viaje.

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