El cuentacuentos se encontraba a lomos de una yegua
blanca en lo alto de un cerro. A su lado estaba Naann, el chico que había
conocido en la taberna. Desde donde se encontraban podían ver el pequeño pueblo
de Thycan. Allí vivían granjeros que se ocupaban de la tierra y el ganado. Como
todo buen pueblo tenían un calabozo, una taberna que hacía las veces de burdel,
una tienda y un cadalso. En este último se encontraban reunidos los habitantes.
Una ejecución era algo que nadie se perdía, ni
siquiera los más pequeños, los cuales estaban subidos a hombros de sus padres.
El condenado a muerte era un elfo. Le habían rapado el pelo y apenas se mantenía
en pie solo. El alcalde del pueblo estaba dando un discurso, pero no podían
distinguir las palabras desde tan lejos. El cuentacuentos decidió que no quería
seguir viendo el espectáculo y espoleó a la yegua alejándose de Thycan.
- ¿De verdad las islas y Dreleärdin eran así? - Le
preguntó Naann cuando se habían alejado.
- Si, pero de eso hace ya muchísimo tiempo. - le respondió
sin poder ocultar la tristeza en sus ojos.
La isla Fela era la más pequeña de las cinco. Una
sola ciudad la ocupaba entera. Aunque había sido nombrada como Dwyrev, todo el
mundo la conocía como la ciudad del conocimiento. Aquí estaba ubicada la mayor
universidad conocida por las razas de Calenda.
La ciudad fue fundada por un grupo de magos que se
retiraron a la soledad de la isla de Fela para realizar sus experimentos e
investigaciones. Cada cierto tiempo se reunían para poner en conjunto sus
avances y descubrimientos. Con el paso del tiempo y la incorporación de más
magos y aprendices se creó la escuela arcana. El éxito que obtuvo atrajo a
grandes maestros en otros campos, como historiadores, investigadores,
artesanos, médicos, artistas, etc… Se fueron fundando diferentes escuelas que, más
tarde, terminarían uniéndose para formar la universidad.
El trasbordador dejó a Dayagon, Idrial y Nythien en
uno de los seis puertos que tenía Dwyrev. Con forma de media luna, el puerto
estaba encajado en un acantilado. La salida eran unas empinadas escaleras
zigzagueantes. Una vez arriba, se encontraron con una calzada de piedra que
llevaba hasta un imponente edificio rodeado por un jardin salpicado de robles y
hayas.
- Esa es la facultad de medicina. Vamos por aquí, atajaremos
por la de artesanía. - les dijo Nythien mientras se internaba por el jardín.
A la sombra de los arboles había mesas de piedra,
casi todas ocupadas por gente. La universidad no era discriminatoria con
ninguna raza. Si pasabas el examen de ingreso y podías costearte la matricula,
ésta te recibía con los brazos abiertos. Demostración de esto era que, entre
los grupos con los que se cruzaron, había humanos, enanos y elfos.
Dejaron atrás la facultad de medicina y llegaron a
un edificio rectangular, aun más grande que el anterior.
- Esos son los dormitorios. Hay edificios como este
repartidos por toda la universidad. - les informó Nythen conforme se acercaban.
Se adentraron en el edificio por una puerta doble.
El edificio era cuadrado con un patio interior. El patio tenía unas galerías a
su alrededor, formadas por columnas y arcos, y una galería que lo cruzaba a lo
ancho. A ambos lados de ésta había fuentes de piedra talladas con formas de
peces. Cruzaron el edificio y volvieron a salir a los grandes jardines de la
universidad.
- Ahora estamos en la facultad de artesanía. - les
dijo cuando llegaron a un gran cumulo de edificios.
Algunos estaban aislados y otros conectados por galerías.
Pasaron al lado de unos con grandes chimeneas de las que salía humo y el característico
sonido del martillo moldeando el metal. A las afueras de otro había grandes
bloques de mármol y un enano se esforzaba en explicar a sus alumnos las
herramientas desplegadas encima de una mesa. Pasaron cerca de sastres, ebanisteros,
orfebres, joyeros y muchos más.
- ¿Estudiaste aquí? - le preguntó Idrial tras ver a
Nythien saludando a algunos profesores.
- Si. En la facultad de magia, especializada en
piromancia.
- Nuestra magia - dijo Idrial refiriéndose a la
magia utilizada por los elfos en Idrilon. - no nos permite el control del
fuego, jugar con él es peligroso.
- Y difícil, pero como decía mi profesor: "La
magia no existe para jugar con ella ni para hacer estúpidas
demostraciones." - dijo Nythien levantando bien alto un dedo y cambiando
su voz para imitarlo. Instantes después estalló en carcajadas a las que se
unieron Dayagon e Idrial por la cómica imitación.
Cuando salieron del cumulo de construcciones que
conformaban la facultad de artesanía, llegaron a los pies de un edificio. Todas
las estructuras que habían visto hasta ahora seguían los patrones de construcción
élficos, pero los muros que tenían delante bien podían haber sido murallas de
una fortaleza. A través de las ventanas podía apreciarse que su grosor tampoco tenía
nada que envidiarle a una muralla. La puerta se encontraba abierta y encima de
ésta había un letrero: "El único limite es la imaginación."
Los pasillos estaban iluminados por lámparas químicas
que emitían una luz verde. Se utilizaba este tipo de iluminación, en vez del
fuego, para evitar accidentes con los productos volátiles que se utilizaban en
la alquimia. El pasillo era estrecho, serpenteaba y se bifurcaba en el interior
del edificio.
- De aquí han salido grandes inventores. - les dijo
Nythien en voz baja. - Esta facultad la fundó Vinciardo cuando solo se
estudiaba la magia en esta isla. Está ubicada aquí, entre las facultades de artesanía
y magia, ya que ambas son necesarias entre estos muros.
- Hace tiempo conocí a un hombre que había estudiado
aquí. Tenía la casa llena de artefactos extraños. - comentó Dayagon.
La conversación fue interrumpida por un gran
estallido y un temblor que sacudió todo el edificio. El ruido había venido de más
adelante. Corrieron por el pasillo y, al girar en una esquina, vieron trozos de
madera, piedras y polvo esparcidos por el suelo. Lo que antes era una puerta y
parte del muro que la rodeaba, ahora era un agujero en la pared del que salía
un humo blanquecino.
La situación en la habitación era aun peor que en el
pasillo. El polvo y el humo en el ambiente dificultaban la visión. El
mobiliario se había quedado reducido a trozos de madera, de hojas y tapas de
libros en diferentes estados de combustión repartidos por el suelo. Las
ventanas eran meros huecos en la pared. El cristal y la madera habían estallado
hacia afuera, extendiéndose por el jardín unos cuantos metros. En una esquina
se hallaba un cadáver ennegrecido al que le faltaba un brazo y parte del torso.
De debajo de los restos de lo que había sido un
escritorio salió un lastimoso quejido. Dayagon se quitó la chaqueta que llevaba
y, con unos pocos golpes, apagó el fuego del montón de madera.
- Aquí hay alguien.
Entre los restos se encontraba un enano al que se le
había quemado la barba negra casi en su totalidad. Tenía pequeñas heridas en su
cara y brazos y una gran astilla de madera clavada en el hombro. Al sentirse
liberado del peso, se llevo la mano al hombro con grandes quejidos de dolor.
- Shh. Para. Venimos a ayudarte. - intentó calmarlo
Idrial mientras se arrodillaba a su lado. - Toma esto. Muerde.
Le puso una tira de cuero entre los dientes a la que
el enano mordió con todas sus fuerzas.
- Dayagon, necesito que le arranques la estaca.
Nythien, ayúdame a sujetarlo para que no se mueva demasiado.
Idrial se hechó sobre su otro hombro y pecho y
Nythien hizo lo mismo sobre las piernas. Dayagon agarró con las dos manos el
trozo de madera e, impulsándose con el pie en la pared, se la arrancó, de un
solo tirón, acompañada de sangre y gritos. Rápidamente, Idrial acercó la mano a
la herida y su palma se fue iluminando, poco a poco, con una luz blanca. La herida
se cerró, quedando como único testigo la sangre a su alrededor.
- Le dije que estaba utilizando demasiado azufre,
Hrimkon sabe que se lo dije. Gracias. -dijo intentando levantarse.
- Quieto. Tienes, al menos, dos costillas rotas.
Idrial hizo fuerza sobre su hombro para que no se
levantara. El enano se apoyó en la pared, aun con cara de dolor. Nythien salió
por el hueco de una de las ventanas y alzó el brazo hacia el cielo. De su mano
se elevó una bengala de color rojo. Enseguida llegaron corriendo por el jardín
dos elfos con trajes totalmente blancos.
- ¿Qué ha sucedido? - preguntó el que llegó primero.
- Un accidente. Hay un muerto y un herido.
Los elfos entraron en la habitación por las ventanas.
Idrial y Dayagon se apartaron para dejarles sitio. Al ver la situación, uno se dirigió
al herido y el otro desenvolvió una tela, que traía envuelta en una parihuela,
y tapó el cadáver. Se volvió hacia ellos y, haciendo una pequeña inclinación,
les dijo:
-Muchas gracias por la ayuda. Ya nos encargamos
nosotros.
Idrial estaba reticente a marcharse de allí y dejar
al herido, pero, ante la insistencia de Nythien de que el enano estaba en
buenas manos, desistió y salieron al pasillo. Recorrieron los últimos tramos
hasta que salieron al exterior.
Dejaron a la izquierda la facultad de magia. Era el
edificio más antiguo y grande de la isla. Tenía seis plantas en la parte más
alta y la más baja llegaba hasta la tercera planta. Más de una decena de torres
se alzaban por encima de los tejados, más anchas o más estrechas, más altas o más
bajas, pero todas diferentes.
Enseguida tuvieron delante la facultad de arte.
Estaba compuesta, como la de artesanía, por muchos edificios bajos, pocos habían
que llegaran a las dos plantas, repartidos por una gran extensión que se
conectaban entre sí por galerías. En esta facultad se estudiaba música, canto, poesía,
prosa, historia, teatro y muchas otras disciplinas artisticas. Nythien los había
traído aquí porque era en esta facultad donde se ubicaba la mayor biblioteca
del mundo.
- Vamos por aquí. - dijo Nythien al tiempo que se
encaminaba por una galería. - Hablaremos con un profesor de historia. A ver si
él puede darte algo de información sobre los demonios.
Nythien llegó
hasta una puerta de la que salía, algo amortiguado, el sonido de una potente
voz que hablaba sobre la sucesión de los emperadores humanos. Nythien se llevó
un dedo a los labios, indicándoles que guardaran silencio, y abrió la puerta.
El sonido de la retumbante voz se hizo más claro. La clase estaba amueblada con
mesas y sillas y desde una tarima los profesores daban las lecciones.
En esta clase había más mesas que alumnos y algunos
hasta parecían dormir. Sobre la tarima había un orco con una toga de varios
tonos de marron. Si les había visto entrar no tubo reacción ninguna. Seguía
hablando con su atronadora voz.
- ¡Gilthal! - gritó despertando al elfo que
instantes antes cabeceaba amenazando con quedarse durmiendo sobre las hojas que
tenía delante.
- ¿Si?
- ¿De que murió el emperador Terson y quien le
sucedió?
- Ehhh - dijo para ganar algo de tiempo. -
Envenenado y le sucedió su hijo Cynlen.
- Bien y mal. Cynlen fue su nieto, le sucedió
Thythor II. ¿Alguien sabe quien lo enveneno? - Tras unos segundos de espera, en
los que los ojos de los alumnos evitaban a los del orco, dijo: - Ni vosotros ni
nadie. Nunca se encontró un culpable. Para mañana hacer un árbol genealógico de
los emperadores de Norwens.
El orco se bajo de la tarima y se encamino hacia el trió
al final de la clase entre los refunfuños y quejas de los alumnos por la tarea
que les había encomendado.
- Nythien, hacía tiempo que no te veía. ¿Has vuelto
a la universidad?
- No, que Raseär me libre. - respondió entre risas a
las que el orco se unió. - Estoy acompañándoles.
Nythien les presentó rápidamente. El orco se llamaba
Gagrom. Era un poco más alto que Dayagon. Las arrugas y su pelo canoso
revelaban que hacía mucho que había pasado por la adultez.
- Están buscando información sobre demonios.
- Humm, no existe mucha información sobre ellos.
¿Por qué os interesa? Los demonios se extinguieron tras las guerras del caos.
- He tenido visiones sobre uno en un campo de
batalla y… - paró unos segundos, decidiendo que palabras utilizar. - Y matando a gente
que conozco.
- No sé mucho acerca de visiones, pero si algo sobre
videntes y oráculos. Al menos lo suficiente como para saber que es de necios
ignorar cosas así. Venid por aquí.
Gagrom andaba a paso rápido y al poco llegaron al
edificio más grande de la facultad. Tras sus puertas dobles había una estancia
con un gran mostrador donde los bibliotecarios ayudaban a los alumnos a
encontrar los volúmenes que necesitaban. Gagrom les condujo hasta una habitación
del segundo piso. Montones de cuadros decoraban las paredes.
Pasaron al lado de cuadros que representaban a los
dioses, antes y después de la guerra del caos. Se detuvieron delante de un
cuadro en el que se veía a un joven sin camiseta apoyado en un árbol mirando
hacia su derecha. Su pelo negro le llegaba hasta la cadera y entre éste salía
un cuerno negro como la obsidiana que se curvaba hacia arriba. A su alrededor,
las sombras se arremolinaban formando unas alas y una cola de dragón.
- Estos cuadros están hechos por los primogénitos.
Por aquellos que sobrevivieron a las guerras del caos. Casi todos son de manos
élficas. - dijo abarcando con la mano toda la habitación para terminar por
señalar el cuadro. - Este de aquí es Kudrarg. El hermano del gran creador,
Sigurd.
Gagrom avanzó a los siguientes cuadros.
- Y estos tres de aquí son los primero demonios.
Gothbael, Kruulcas y Thargbar. Los cuadros son representaciones exactas de cómo
fueron. Así lo han confirmado veedoras y soñadoras. El demonio que has visto.
¿Es alguno de estos?
- No, es diferente.
Gagrom estuvo unos minutos callado, pensando.
Dayagon se paseó por la habitación viendo cuadros. Había imágenes de la batalla
donde se veían a los dioses luchando. En uno se podía ver como unos ángeles
sacaban el cuerpo sin vida de Phermes. En otro habían pintado la lucha entre
Raseldrel y Kudrarg con sus terribles consecuencias. Más allá estaba la muerte
de Vicanor tras acabar con Gothbael y Kruulcas. A su lado, estaba el cuadro de
su entierro. Uno tras otro se acumulaban los cuadros que describían aquella
terrible batalla.
- Puede ser que el demonio de tu visión sea un
demonio menor que sobrevivió y se ha ocultado durante siglos, o algo mucho
peor.
- ¿Cómo qué? - preguntaron Idrial y Nythien al mismo
tiempo.
- Como el resurgir de Kudrarg.
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