sábado, 9 de abril de 2016

La leyenda de Dáyagon - capítulo 24



La niebla se había levantado durante la noche formando una espesa capa de nubes por encima de ellos que tapaba la luna y las estrellas. No tenían ningún punto para orientarse, pero la oscuridad era tan grande que el Raubtier no los vería hasta que estuviera a su lado. Si los cálculos no le fallaban, Kechard suponía que faltaba poco para el amanecer y que su rumbo era hacia el oeste, por lo que el sol saldría por detrás de ellos.

- Ferthdon. Prepara a los hombres. Quiero las balistas armadas y marineros en la arboladura listos pá desplegar las velas a mi señal. Y en silencio.

La cubierta del barco se convirtió en un ajetreo. Los marineros iban de allá para acá, dejando virotes para ballestas en los carcajes atados a la borda, subiendo munición para las balistas de la bodega y subiendo por la arboladura para esperar la orden de Kechard. El sol comenzó a despuntar por el este, justo a la popa del Argos. Allí en el horizonte se veía la silueta negra del Raubtier.