viernes, 27 de junio de 2014

La leyenda de Dayagon - Capitulo 9

Killian estallo en carcajadas hasta que un violento ataque de tos lo detuvo. Dayagon seguía apoyado en la espada cuando Idrial llego hasta ellos. Se acerco a Dayagon y le palpo el pecho por encima de su ropa

- Ay, eso duele ¿sabes? - dijo Dayagon apartándose un poco de Idrial.
- Calla quejica, tienes una costilla rota, al menos.

Idrial cerró los ojos, murmuro unas palabras y su mano se ilumino. Poco a poco, Dayagon dejo de sentir dolor. Killian se levanto del suelo y se acerco al cadáver caído del orco. Estaba observándolo cuando llego a la carrera un soldado. El soldado tenía un pequeño corte en la frente y su armadura estaba manchada de sangre. Se acerco a Killian e hizo un saludo militar.

- ¿Como está la situación? Capitán.
- Comandante, una veintena de orcos han escapado al bosque, los demás están muertos.
- Bien, ¿y nuestras pérdidas?
- Aun no estamos seguros pero calculo que una quinta parte de la compañía ha muerto y otras dos están heridas.
- Reparte a los hombres, que apaguen los fuegos, atiendan a los heridos y vigilen el bosque.
- Ya estamos en ello. Estamos trasladando a los heridos a los comedores, lejos de los fuegos.
- Ayudare con los heridos, ¿me enseñas el camino capitán?
- Por supuesto, es por aquí.
- Vamos Dayagon. - dijo Killian dándole un pequeño golpe en el pecho con el dorso de la mano. - Ayudemos con los fuegos.

El capitán acompaño a Idrial hacia los comedores. Habían retirado las mesas para hacer sitio a los heridos convirtiéndolos en hospitales de campaña. Los médicos estaban ocupados con los heridos e Idrial hacia todo lo que podía hasta que, extenuada después de utilizar tanta magia, se retiro a descansar a la tienda de Killian.

Unas horas después del ataque, el único fuego que quedaba era el de la pira que hicieron para quemar los cadáveres. Dayagon y Killian acababan de llegar a la tienda, aun manchados de hollín por los fuegos cuando llego Idrial.

Idrial entro con los hombros abatidos, casi arrastrando los pies. Los ojos eran apenas unas líneas horizontales denotando el cansancio que llevaba. Se acerco a un balde con agua en el que se estaban limpiando Dayagon y Killian y se lavo la sangre de las manos.

- ¿Puedo...? - dijo haciendo un vago gesto hacia la cama sin llegar a terminar la frase.
- Por supuesto, cuando este la cena te despertaremos.

Sin más palabras, se derrumbo en el catre y en pocos segundos ya estaba profundamente dormida. Dayagon y Killian se sentaron a la mesa y estuvieron reviviendo viejos recuerdos y poniéndose al día hablando en voz baja para no despertarla.



Unos soldados entraron a la tienda con tres platos con algo de pan blanco, queso y grandes costillas de cordero asadas. Dayagon despertó a Idrial moviéndola por el hombro. Volvieron a la mesa y comenzaron a cenar.

- ¿Como os conocisteis? - pregunto Idrial entre bocado y bocado.
- Hace ya tres años. Cuando hui de los Yokai lo único que sabía hacer era pelear, así que me hice mercenario para ganarme la vida. Al año o así me contrato un mal tipo, estaba buscando por la ley. Killian era por aquellos tiempos sargento de esta misma compañía.
- Los rápidos ascensos que conseguí en esos tres años no me consiguieron muchos amigos, te lo aseguro.
- Pues al sargento Killian le toco ir a prenderlo. ¿Cómo se llamaba el tío?
- Andrah creo recordar. - contesto Killian.
- Si, cierto. Andrah. - dijo el nombre casi en un susurro, recordando aquellos tiempos. - No pagaba mal.
- Era un criminal.
- Una cosa no quita la otra. Killian llego con unos guardias y una orden de arresto contra él. Yo iba a defenderlo por supuesto, ya tenía la espada en mi mano cuando suelta y me dice: "¿Cuanto quieres por entregárnoslo?" La verdad es que eso no me lo esperaba.
- Ya había oído hablar de ti, el mercenario del pelo rojo. Si los rumores eran ciertos, no tenía ganas de verte pelear. La verdad es que no se lo esperaba ni él. Aun me acuerdo de la cara que puso cuando empezamos a regatear.

Killian comenzó a reír acordándose de aquel momento y Dayagon no tardo en unirse a sus risas. Idrial miraba perpleja a los dos.

- ¿Vendiste al hombre con el que habías hecho un contrato? - pregunto Idrial.
- Si. ¿Por qué no hacerlo? Era un violador y un asesino. Me dijo que no tenía honor, que los mercenarios honrados no rompen sus contratos. ¿Qué honor puede tener alguien que mato a su mujer, que violo a su hija y cuando intento escapar de él la mato?
- Que tipos así descansen bajo tierra. - dijo Killian levantando la copa.

Dayagon e Idrial lo imitaron haciendo un brindis en silencio. Terminada la cena, Killian se levanto y fue hacia la entrada de la tienda. Dio una orden a los soldados que estaban fuera y entraron a llevarse los restos de la cena.

- Sera mejor que nos acostemos, mañana partimos. Deberíais de venir conmigo.
- ¿Adónde vas? - pregunto Dayagon.
- He de informar al emperador de este ataque de hoy. Mañana volveremos a Vicanor.
- Tenemos nuestros propios asuntos Killian.
- Si, buscar a ese demonio. El servicio de espionaje del emperador es muy bueno. Puede que allí consigáis alguna pista.
- Hay que reconocer que es mejor plan que dar vueltas por el mundo. - apunto Idrial con un deje de esperanza en la voz mientras se echaba cerca del brasero.

Dayagon se acostó al otro lado del brasero. Se arrebujo en la capa intentando guardar un poco mas de calor. Dayagon estaba meditabundo, con la mirada fija, mirando sin ver nada. Perdido en sus recuerdos sin prestar atención a la conversación que tenían Idrial y Killian.
            
Recordó a los Yokai. Recordó su entrenamiento, las palizas, los golpes. Recordó sus misiones, la sangre, el olor de la muerte. Recordó la ciudad de Ketchira, sus edificios esculpidos en la piedra, sus calles oscuras. Recordó la casa en la que vivía con Nazumi, sus habitaciones, su cautiverio. Recordó el momento que vio una fila de esclavos humanos, la suciedad en sus caras, las señales de abatimiento. Recordó aquella esclava en especial, su pelo rubio, sus preciosos ojos verdes, aquella mujer que lo inicio todo.

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sábado, 21 de junio de 2014

Mapa de "La leyenda de Dayagon"


El mapa que posee el comandante Killian que representa los Reinos de Lauthryth.

Aprovechando la misma publicación voy a poner una imagen mas actual, que la que ya puse, de Dayagon y Rage.


lunes, 16 de junio de 2014

La leyenda de Dayagon - Capitulo 8

Reinaba el silencio en el bosque. Era un silencio artificial. El silencio que acompaña los instantes previos a un desastre, el tipo de silencio que nadie quiere escuchar. Los animales se mantenían quietos, aguardando, esperando algo, algo que sin duda pasaría.

Una mujer andaba por el bosque, sus pasos no hacían ningún ruido. Andaba entre los arboles, acariciándolos, sintiendo la aspereza de su corteza en sus finos dedos. La mujer andaba con paso seguro, sin tropezar con las raíces ni trastabillar en ningún momento. Su piel era blanca como la leche, como si no hubiera salido al sol por una larga temporada. Era un perfecto contraste con su túnica negra. La túnica estaba perfecta, ni un solo desgarrón o mancha rompía la monotonía de su negro. Su pelo caía en ondas hasta la mitad de su espalda, un pelo rubio que parecía haber captado los rayos del sol para escoger su color. Sus pequeños labios se movían como si estuviera tatareando una canción, pero de ellos no escapa sonido alguno. Sus ojos verdes como dos esmeraldas lo miraban todo a su alrededor, se paraban apenas dos segundos en cada objeto antes de saltar al siguiente.

La mujer llego al linde del bosque y se sentó entre las raíces de un gran pino. Allí sentada se dedico a observar el campamento imperial. Unos minutos después contemplo como unos 200 orcos salían del bosque rompiendo el silencio. Las pesadas botas de los orcos hacían temblar el suelo. Habían pillado desprevenidos a los guardias del campamento y un par de flechas bien dirigidas los abatió antes de que pudieran dar la alarma. Los orcos entraron en el campamento llevando la destrucción consigo.

La mujer se ruborizo viendo aquello. Se humedeció los labios y sus ojos chispearon de excitación. Se removió, inquieta, en su improvisado asiento tal y como un crió que esta deseando salir a jugar. Aguardo unos segundos y sin previo aviso desapareció, solamente dejando tras de si su aroma en el aire.



Glenn andaba con paso lento, casi arrastrando los pies. A su alrededor todo era fuego, humo y sangre. La sangre manaba de la herida de su abdomen, fluía a través de los dedos de la mano con la que se la tapaba. Manchaba su ropa en su lento deslizar hacia el suelo, marcando el camino que había recorrido.

Al principio, Glenn veía manchas negras en la periferia de su visión. Ahora apenas reconocía formas y colores. Avanzaba a tientas y no vio el cadáver con el que tropezó y que le hizo perder el equilibrio. Cayo de rodillas al suelo y apoyándose en un barril consiguió volver a levantarse. Trastabillando continuo su camino.

Poco a poco, empezó a sentir frió, el fuego que consumía las tiendas cercanas no lograba calentarlo. Siguió andando sujetándose la herida y dejando manchas de sangre tras de si. Cuando se acerco a la tienda del comandante comenzó a perder sensibilidad en las extremidades a causa de la perdida de sangre. Cuando cruzo el umbral de la tienda se desplomo y con su ultimo aliento de vida dijo:

- Orcos.

Dayagon materializo su espada y salio de la tienda pasando por encima del soldado. No esperaba encontrarse lo que vio al salir. Había fuego sin controlar en cuatro puntos diferentes del campamento, quemando lo que se encontraba a su paso. Una ligera brisa le trajo el olor a carne y pelo quemados. Idrial y Killian salieron detrás de el. Killian apretó con fuerza la empuñadura de su temible hacha de guerra mientras miraba con una mezcla de horror y furia al campamento.

- Ayúdame a defender el campamento, Dayagon. - Dijo mientras empezaba a andar hacia el ruido de pelea mas cercano.
- Ya sabes cual es mi tarifa.

Killian se dio la vuelta y miro a Dayagon a los ojos fijamente.

- Ya estas metido en esta batalla. ¿Vas a cobrarme por defenderte?
- Así son los negocios, viejo amigo. - respondió mientras pasaba a su lado.
- Haz lo que quieras.

Aun no se habían extinguido las palabras en el aire cuando dos orcos aparecieron detrás de unas tiendas. Los orcos eran grandes y corpulentos. Vestían pantalones de cuero con refuerzos metálicos. Las pesadas botas de acero hacían temblar el suelo a su paso. Uno llevaba un chaleco mientras el otro orco llevaba el torso descubierto. Se podían ver los grandes músculos que se movían debajo de la piel olivacea de los orcos. Éstos portaban grandes cimitarras, empapadas en la sangre de los hombres que habían matado.

El orco con el chaleco se abalanzo rugiendo hacia Killian. Éste se limito a apartarse y de un certero golpe con el hacha secciono la pierna del orco a la altura de la ingle. Mientras caía al suelo, Killian ya preparaba el golpe que acabaría con su vida. El otro orco se enfrento a Dayagon sin saber la suerte que corrió su compañero. Lanzo varias estocadas al aire que no llegaron a su objetivo. Dayagon se acerco a el pasando por debajo de su espada y con un rápido golpe le corto la yugular. Un pequeño manantial de sangre surgió de su cuello mientras el orco se tambaleaba hacia atrás sujentandose el cuello con la mano libre. El orco cayo de espaldas, muerto antes de tocar el suelo.

Idrial los alcanzo con una flecha en la cuerda de su arco.

- ¿Estáis bien?
- ¡Cuidado! - gritó Dayagon apartándola hacia un lado.

Un orco estaba detrás de Idrial con el hacha en alto. Con el empujón que le propino a Idrial salvandola del hacha se coloco en la trayectoria del golpe. Inconscientemente levanto el brazo para defenderse aunque sabia que era un gesto inútil. El hacha descendió y reboto contra la nada a escasos centímetros de su antebrazo. Dayagon se quedo atónito mirándose el brazo, debería haber un muñón y no una mano. Idrial saco el estilete de su bota y se lo clavo en el ojo al orco. Este cayo al suelo sin un grito del dolor, todavía presa del asombro.

- Vamos. - dijo Killian. - Aun quedan muchos.

Los tres siguieron recorriendo el campamento matando a los orcos que se encontraban. El fuego seguía consumiendo el campamento. Los sonidos de lucha se extendían por el aire al igual que los gritos y el olor a muerte.

La disposición de las tiendas creaba pequeñas calles artificiales y encrucijadas. Al doblar en una de estas encrucijadas dieron con una calle ancha. Las tiendas que la flanqueaban estaban en llamas, y en el centro de la calle se encontraba el orco mas grande que jamas habían visto. El orco le sacaba casi dos cabezas a Dayagon. Tenia un torso descomunal, defendido por una coraza de acero grabada con el símbolo de su clan y símbolos chamanicos. En las piernas simplemente vestía un simple pantalón de piel marrón que terminaba en unas grandes botas de acero. La cabeza la tenia descubierta y su abundante pelo negro, recogido en una gran coleta.

Gorth´Kuz estaba en medio de la calle, levantando en peso con un solo brazo a un soldado. El soldado arañaba inútilmente el acero del guardabrazo del orco. Dayagon trago saliva, cogió su espada con las dos manos y cargo contra Gorth´Kuz. Éste hizo un gesto con la cabeza señalándolo y los dos orcos que iban con el corrieron a cortarle el paso. Idrial levanto el arco poniendo dos flechas en la cuerda. Apunto y disparo en unos segundos, pasando las flechas peligrosamente cerca de Dayagon e impactando con fuerza en ambos orcos que cayeron al suelo muertos. Dayagon no aminoro su carrera, salto por encima de los orcos muertos.

Gorth´Kuz cerro su poderosa mano sobre la traquea del soldado y lo lanzo hacia Dayagon. Consiguió esquivarlo en el ultimo momento y el cuerpo del soldado se estrello contra una tienda en llamas de la que se levanto una nube de humo y chispas. Dayagon alcanzo al orco con su pelo rojo ondeando tras de si, reflejando el fuego que los envolvía. Aprovecho el impulso que llevaba y dirigió el filo de su espada hacia la cabeza del orco. Gorth´Kuz paro el golpe con el antebrazo y con un puñetazo en el pecho lo envió unos metros atrás. Dayagon intentaba retomar el aliento tras el golpe cuando Gorth´Kuz le puso el pie encima del pecho levantando una temible maza por encima de su cabeza.

Dayagon materializo una daga y la clavo en la pantorrilla del orco, al desprenderla le corto gran parte del musculo. Gorth´Kuz cayo al suelo con un gran grito de dolor. Dayagon rodó hacia el lado contrario y se puso en pie. Vio a Killian que se acercaba con el hacha en la mano para ayudarle. Gorth´Kuz se levanto apoyándose en su maza a tiempo para esquivar el golpe de Killian. Su segundo golpe impacto en la coraza y el hacha se quedo firmemente clavada. Killian no podía desprender el hacha y Gorth´Kuz aprovecho para mandarlo al suelo con una fuerte patada.

Dayagon aprovecho esa pequeña distracción para acercarse al orco y provocarle un profundo corte en el muslo que volvió a ponerlo de rodillas. Con un golpe rápido y certero, separo la cabeza de Gorth´Kuz de su cuerpo. Dayagon clavo la espada en el suelo y se apoyo en ella para no caerse. Killian se incorporo tocándose el abdomen, allí donde Gorth´Kuz lo había golpeado. Se miraron fijamente y Dayagon dijo:

- Éste te costara el doble.

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sábado, 7 de junio de 2014

La leyenda de Dayagon - Capitulo 7

El camino que salia del bosque discurría a través de una pequeña llanura hasta la cima de una pequeña loma. La llanura estaba cubierta de una pequeña hierba verde moteada de rojo y blanco por las flores. La hierba se ondulaba con la brisa, la misma que esparcía las semillas de diente de león.

Al salir del bosque, Idrial se protegió los ojos de la luz del sol con la mano. Dayagon cambio su pupila hasta hacerla casi vertical para adaptar su vista gradualmente al aumento de luz y por ello fue el primero en ver las pequeñas columnas de humo que ascendían hacia el cielo azul al otro lado de la loma. Dayagon sabia que el poblado mas cercano aun estaba lejos por lo que ese humo no auguraba nada bueno.

- Hay humo. - dijo Idrial cuando se le adapto la vista a la luz.
- Acerquémonos un poco a ver que sucede. 

Subieron a la pequeña loma y vieron que a un lado del camino se alzaba un mar de tiendas perfectamente organizadas. El humo salia de los fuegos para cocinar del campamento militar.

- ¿El ejercito imperial aquí? - pregunto Idrial extrañada.
- Solo es una compañía. Si los ojos no me engañan creo que conozco a su comandante. - dijo haciéndose sombra a los ojos. - Vamos a hacerle una visita, puede que consigamos algo de información sobre ese demonio y me vendrá bien averiguar que hacen aquí, una batalla siempre es una oportunidad de trabajo.

Dayagon e Idrial comenzaron a descender la loma camino al campamento.



El comandante Killian se encontraba apoyado en la mesa mirando unos mapas cuando entro un soldado en la tienda. Killian tenia el pelo negro, muy corto ya que así no le molestaba para luchar. Levanto la vista para mirar al soldado que se estremeció con su mirada. Killian tenia unos ojos azules muy claros que casi rozaban el blanco. Había ascendido en el ejercito muy deprisa, y aunque esto pudiera ser mal visto por los soldados, había sabido ganarse su respeto. Se rasco la barba incipiente, arrepentido de no habérsela afeitado esa mañana.

- ¿Si?
- Hay un hombre fuera, dice que os conoce, se llama Dayagon.
- Dayagon... - contesto en un susurro mas para si mismo que para el soldado. - Si que lo conozco, tráelo aquí. - le ordeno mientras empezaba a enrollar el mapa.

El soldado abrió la puerta de lona de la tienda minutos después dejando entrar a Dayagon e Idrial. La tienda apenas estaba amueblada, el suelo era una gran lona, una mesa, unas sillas y una cama completaban la estancia.

- Buenos días, comandante Killian.
- Dayagon, maldita rata ¿que estas haciendo por aquí?
- Me pillaba de paso y pensé en saludar. - dijo Dayagon aparentando indiferencia. Killian estallo en una carcajada y estrujo el cuerpo de Dayagon en un gran abrazo. - Yo también iba a hacerte esa misma pregunta. - dijo mientras se zafaba de sus brazos.
- No pensaras que puedes entrar aquí y preguntarme por los planes del ejercito así como así, ¿no? Aunque tampoco es que sea un secreto. ¿Y tu eres? - pregunto volviéndose hacia Idrial

Idrial nunca había visto unos ojos como esos que ahora la miraban. Esos ojos la sorprendieron y le llevo unos segundos articular una respuesta.

- Idrial, señor.
- Encantado entonces de conocerte, lady Idrial.

Killian hizo una pequeña reverencia y beso su mano. Apenas fue un simple roce, pero Idrial sintió arder la zona donde le beso.

- Debéis estar cansados del camino. Sentaos, pediré algo de comer. - dijo Killian señalando las sillas mientras se dirigía a la entrada de la tienda a darles las ordenes a los soldados que habían fuera. Dayagon e Idrial se sentaron y esperaron en silencio hasta que Killian se les unió a la mesa. - Esta pasando algo con los orcos, hace poco empezaron a crecer el numero de escaramuzas con ellos. Pequeñas peleas, una banda que asalta a un mercader y cosas así, nada fuera de lo común excepto su frecuencia.
- Si, algo había oído a las afueras de Onsbergh.
- Mandamos exploradores a los bosques y las montañas. Volvieron hablando de poblados abandonados, de movilizaciones de tribus enteras hacia el norte.
- ¿Y por eso estas aquí?¿Por qué unos cuantos orcos han liado el petate y se han ido a congelarse el culo?

Entraron unos soldados con unas bandejas con la comida. Killian siguió hablando mientras les ponían los platos delante y empezaban a comer.

- Todo eso ha sido en el sur. Los orcos que habitan el monte Lunn son de una casta diferente y desde que están liderados por Gorth´Kuz son mas agresivos que nunca, aunque rara vez bajan de la montaña. Ninguno de los exploradores que hemos enviado a vuelto y como el monte Lunn esta demasiado cerca de Vicanor, la gente se esta poniendo nerviosa. Están corriendo rumores de que los orcos se están agrupando bajo un solo líder y que piensan declararnos la guerra. Por eso han enviado cuatro compañías a averiguar que esta sucediendo.
- ¿Esto es todo lo que esta pasando por el mundo últimamente? - Pregunto Dayagon.
- Pensaba que eras mas directo, Dayagon. Suéltalo de una vez, ¿que andas buscando?
- No me malinterpretes Killian, solo es interés laboral. - respondió apartando el plato y arrellanándose en la incomoda silla. - Los conflictos son buenas oportunidades de encontrar trabajo.
- Yo creo que ya tienes trabajo - dijo mirando soslayadamente a Idrial.
- No, solo es una amiga, por el momento nadie me ha contratado.
- Pues si quieres trabajo alístate en el ejercito, siempre nos vienen bien soldados como tu.
- Sabes bien que el ejercito no me interesa. Tampoco me interesan mucho los orcos. Actualmente lo que mas me interesa son los demonios. ¿Sabes algo sobre ellos killian?
- ¿Demonios? Grandes, con cuernos, alas de murciélago y desatando el caos. ¿Te refieres a esos demonios?

Dayagon asintió con gesto serio y Killian supo que su amigo no estaba bromeando. Empezó a acariciarse el mentón, como siempre hacia cuando pensaba, antes de volver a hablar.

- No he oído que haya demonios caminando por el mundo desde la era de la Gran Guerra del Caos. ¿Por qué te interesan?

Pero esta pregunta se quedo sin respuesta, interrumpida por gritos, sonidos de carreras y el que producía el entrechocar del acero. Una larga nota de un cuerno de guerra vibro en el aire. Se levantaron en el momento que un soldado se desplomaba en la entrada de la tienda. Un charco de sangre empezó a formarse debajo de el y cada vez se hacia mas grande. Con su ultimo aliento logro decir.

- Orcos...

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domingo, 1 de junio de 2014

La Leyenda de Dayagon - Capitulo 6

Dayagon e Idrial cabalgaban en silencio por un camino de tierra marcado por las roderas de los carros que lo transitan. El camino cruza durante unas leguas el bosque Cahurn, un pequeño bosque de pinos que se extendía a las faldas del monte Lunn. Los arboles de un lado del camino tendían sus ramas hacia sus hermanos del otro lado creando una cubierta vegetal por encima de ellos.

Idrial miraba con preocupación a Dayagon. Se sentía culpable de que ahora estuviera tan meditabundo. Quería sacarlo de sus pensamientos pero no sabia que decir, de pronto se acordó de la promesa que le hizo.

- No tengo padres... - dijo rompiendo el silencio entre los dos.
- ¿Que? - dijo Dayagon levantando la cabeza para mirarla extrañado.
- Te dije que te contaría mi historia si me contabas la tuya. Si aun quieres, por supuesto.
- Si, claro
- Me encontraron en el corazón del bosque Idrilon, saliendo de la zona que los elfos no se atreven a entrar y aquellos que se adentran en esa oscuridad nunca volvieron a salir. Tenia doce años, estaba desnuda a lomos de Ithil – Ithil relincho como corroborando la historia.

>> Me llevaron a Throviel, cuando llegamos todo el mundo se había enterado y una multitud esperaba pacientemente para verme. Me presentaron ante la Reina Elvwen y ella me acogió bajo su tutela, me criaron como una huérfana del palacio, instruyéndome para servirla a ella y a los nobles.

>> Me cuidaban bien, tenia que trabajar, pero me trataban bien. Eran simpáticos, pero cada vez que me miraban, veían a la pobre huerfanita. Por muchas palabras corteses y amistosas que me brindaban, en sus ojos solo había compasión y pena por mi. Excepto uno, Glammriel, el príncipe. Fuimos amigos durante mucho años, hablo con su madre y me tomo como su sirvienta personal, me dio la libertad de poder ir a donde quisiera siempre y cuando el no me necesitaba para algo, que no solían ser muchas veces.

>> Muchos días salíamos a cabalgar por las mañanas y volvíamos casi de noche. Nos quedábamos hablando hasta las tantas, y cuando no había nada de que hablar nos quedábamos sentados en su balcón, en silencio, admirando la noche de Throviel. Es una ciudad mágica, andando por sus pasarelas puedes llegar a sentir la magia de los tejedores, aquellos que moldean el bosque, construyendo casas en las copas de los arboles simplemente diciéndole al árbol como debe de crecer.

>> Glammriel estaba prometido, iba a casarse con una dama elfa de noble cuna, Nimpheniel. Ella no veía bien nuestra amistad, se pensaba que al ser la sirviente de su prometido no era mas que una esclava y así me trataba. De vez en cuando me echaba en cara que les debía la vida, que sin ellos habría muerto en el bosque. Se casaron y a los años murió Elvwen. Glammriel ascendió al trono y dejo de tener tiempo libre, ya no salíamos a cabalgar y rara era la vez que hablábamos por las noches como antaño.

>>Los días se tornaban grises y Nimpheniel cada vez me trataba peor. Un día llego a pegarme, haciéndome un corte en la mejilla con un anillo. Sin saber como, la herida se cerro sola. Ese día demostré tener aptitud para la magia. Las leyes dictaban que pasaría de ser una sierva a ser una aprendiz de mago y cuando terminaran mis estudios seria un miembro de pleno derecho en la corte. Pero Nimpheniel no lo aceptaba, me tenia celos por mi pasado con Glammriel y seguía tratándome mal.

>>Glammriel murió en una batalla y ella asumió la regencia. Quiso degradarme, sacarme de mis estudios para que volviera a ser una sierva o aun peor, su esclava. Mis maestros lo impidieron, los magos tienen una alta posición en la sociedad de los Elfos. Me recomendaron ir a la ciudad de Lathwen, allí podría seguir con mis estudios y estaría a salvo de Nimpheniel. Ellos no podrían protegerme siempre de la reina y temían por mi.

>> Fue entonces cuando empece a tener visiones, al principio pensaba que eran sueños y pesadillas pero muchos se cumplían. Cuando Nimpheniel se entero del viajecito que iba a emprender, intento envenenarme. Cuando me recupere lo suficiente salí de de Throviel rumbo a Lathwen. Allí continué mis estudios de maga, no tenia problemas con los hechizos curativos pero por alguna razón nunca he podido lanzar ningún hechizo ofensivo.

>> Desde hace dos semanas empece a tener las visiones del demonio, deje a mis nuevos maestros y salí en su búsqueda, el resto ya lo conoces.

-Tu vida tampoco se queda atrás. Te ayudare a encontrar a ese demonio. - dijo Dayagon asomándole una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios. No una sonrisa de incredulidad, ni una sonrisa de burla. Era una pequeña sonrisa que a Idrial le inspiro una absoluta confianza y supo entonces que había encontrado a alguien en quien podría volver a confiar.

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