sábado, 7 de junio de 2014

La leyenda de Dayagon - Capitulo 7

El camino que salia del bosque discurría a través de una pequeña llanura hasta la cima de una pequeña loma. La llanura estaba cubierta de una pequeña hierba verde moteada de rojo y blanco por las flores. La hierba se ondulaba con la brisa, la misma que esparcía las semillas de diente de león.

Al salir del bosque, Idrial se protegió los ojos de la luz del sol con la mano. Dayagon cambio su pupila hasta hacerla casi vertical para adaptar su vista gradualmente al aumento de luz y por ello fue el primero en ver las pequeñas columnas de humo que ascendían hacia el cielo azul al otro lado de la loma. Dayagon sabia que el poblado mas cercano aun estaba lejos por lo que ese humo no auguraba nada bueno.

- Hay humo. - dijo Idrial cuando se le adapto la vista a la luz.
- Acerquémonos un poco a ver que sucede. 

Subieron a la pequeña loma y vieron que a un lado del camino se alzaba un mar de tiendas perfectamente organizadas. El humo salia de los fuegos para cocinar del campamento militar.

- ¿El ejercito imperial aquí? - pregunto Idrial extrañada.
- Solo es una compañía. Si los ojos no me engañan creo que conozco a su comandante. - dijo haciéndose sombra a los ojos. - Vamos a hacerle una visita, puede que consigamos algo de información sobre ese demonio y me vendrá bien averiguar que hacen aquí, una batalla siempre es una oportunidad de trabajo.

Dayagon e Idrial comenzaron a descender la loma camino al campamento.



El comandante Killian se encontraba apoyado en la mesa mirando unos mapas cuando entro un soldado en la tienda. Killian tenia el pelo negro, muy corto ya que así no le molestaba para luchar. Levanto la vista para mirar al soldado que se estremeció con su mirada. Killian tenia unos ojos azules muy claros que casi rozaban el blanco. Había ascendido en el ejercito muy deprisa, y aunque esto pudiera ser mal visto por los soldados, había sabido ganarse su respeto. Se rasco la barba incipiente, arrepentido de no habérsela afeitado esa mañana.

- ¿Si?
- Hay un hombre fuera, dice que os conoce, se llama Dayagon.
- Dayagon... - contesto en un susurro mas para si mismo que para el soldado. - Si que lo conozco, tráelo aquí. - le ordeno mientras empezaba a enrollar el mapa.

El soldado abrió la puerta de lona de la tienda minutos después dejando entrar a Dayagon e Idrial. La tienda apenas estaba amueblada, el suelo era una gran lona, una mesa, unas sillas y una cama completaban la estancia.

- Buenos días, comandante Killian.
- Dayagon, maldita rata ¿que estas haciendo por aquí?
- Me pillaba de paso y pensé en saludar. - dijo Dayagon aparentando indiferencia. Killian estallo en una carcajada y estrujo el cuerpo de Dayagon en un gran abrazo. - Yo también iba a hacerte esa misma pregunta. - dijo mientras se zafaba de sus brazos.
- No pensaras que puedes entrar aquí y preguntarme por los planes del ejercito así como así, ¿no? Aunque tampoco es que sea un secreto. ¿Y tu eres? - pregunto volviéndose hacia Idrial

Idrial nunca había visto unos ojos como esos que ahora la miraban. Esos ojos la sorprendieron y le llevo unos segundos articular una respuesta.

- Idrial, señor.
- Encantado entonces de conocerte, lady Idrial.

Killian hizo una pequeña reverencia y beso su mano. Apenas fue un simple roce, pero Idrial sintió arder la zona donde le beso.

- Debéis estar cansados del camino. Sentaos, pediré algo de comer. - dijo Killian señalando las sillas mientras se dirigía a la entrada de la tienda a darles las ordenes a los soldados que habían fuera. Dayagon e Idrial se sentaron y esperaron en silencio hasta que Killian se les unió a la mesa. - Esta pasando algo con los orcos, hace poco empezaron a crecer el numero de escaramuzas con ellos. Pequeñas peleas, una banda que asalta a un mercader y cosas así, nada fuera de lo común excepto su frecuencia.
- Si, algo había oído a las afueras de Onsbergh.
- Mandamos exploradores a los bosques y las montañas. Volvieron hablando de poblados abandonados, de movilizaciones de tribus enteras hacia el norte.
- ¿Y por eso estas aquí?¿Por qué unos cuantos orcos han liado el petate y se han ido a congelarse el culo?

Entraron unos soldados con unas bandejas con la comida. Killian siguió hablando mientras les ponían los platos delante y empezaban a comer.

- Todo eso ha sido en el sur. Los orcos que habitan el monte Lunn son de una casta diferente y desde que están liderados por Gorth´Kuz son mas agresivos que nunca, aunque rara vez bajan de la montaña. Ninguno de los exploradores que hemos enviado a vuelto y como el monte Lunn esta demasiado cerca de Vicanor, la gente se esta poniendo nerviosa. Están corriendo rumores de que los orcos se están agrupando bajo un solo líder y que piensan declararnos la guerra. Por eso han enviado cuatro compañías a averiguar que esta sucediendo.
- ¿Esto es todo lo que esta pasando por el mundo últimamente? - Pregunto Dayagon.
- Pensaba que eras mas directo, Dayagon. Suéltalo de una vez, ¿que andas buscando?
- No me malinterpretes Killian, solo es interés laboral. - respondió apartando el plato y arrellanándose en la incomoda silla. - Los conflictos son buenas oportunidades de encontrar trabajo.
- Yo creo que ya tienes trabajo - dijo mirando soslayadamente a Idrial.
- No, solo es una amiga, por el momento nadie me ha contratado.
- Pues si quieres trabajo alístate en el ejercito, siempre nos vienen bien soldados como tu.
- Sabes bien que el ejercito no me interesa. Tampoco me interesan mucho los orcos. Actualmente lo que mas me interesa son los demonios. ¿Sabes algo sobre ellos killian?
- ¿Demonios? Grandes, con cuernos, alas de murciélago y desatando el caos. ¿Te refieres a esos demonios?

Dayagon asintió con gesto serio y Killian supo que su amigo no estaba bromeando. Empezó a acariciarse el mentón, como siempre hacia cuando pensaba, antes de volver a hablar.

- No he oído que haya demonios caminando por el mundo desde la era de la Gran Guerra del Caos. ¿Por qué te interesan?

Pero esta pregunta se quedo sin respuesta, interrumpida por gritos, sonidos de carreras y el que producía el entrechocar del acero. Una larga nota de un cuerno de guerra vibro en el aire. Se levantaron en el momento que un soldado se desplomaba en la entrada de la tienda. Un charco de sangre empezó a formarse debajo de el y cada vez se hacia mas grande. Con su ultimo aliento logro decir.

- Orcos...

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