Dayagon miraba a
los ojos de Idrial, en ellos no había ningún cambio, era como si
no hubiera oído las últimas palabras. Dayagon esperaba
alguna reacción por su parte, pero si la había, él no era
capaz de verla. Un ruido detrás de los árboles atrajo
su atención, tres hombres venían hacia ellos.
- Vaya, vaya,
qué linda pareja. - dijo el que estaba más cerca. - Registrarlo a ver que lleva
encima, yo me encargo de la señorita.
Los otros dos
hombres se acercaron a él, rodeándole. Dayagon le tiró el cuenco con las
especias a los ojos del hombre que tenía delante y se giró materializando un
espada bastarda en la mano, lo suficientemente ligera para usarla con una mano
y con la empuñadura lo suficientemente larga para poder cogerla con dos manos.
La punta de la espada entró por la ingle y salió por el cuello dejando un
reguero de gotas de sangre tras de sí. El ímpetu del golpe le hizo girar y al
bajar la espada puso fin a la vida del otro bandido.
Idrial se
levantó rápida con el estilete en la mano pero una patada del bandido
hizo que éste cayera al suelo. El hombre intentó cogerla por el pelo. Idrial se
zafó de la mano, la agarró y con un golpe seco con la palma
le rompió el codo. El bandido cayó al suelo llorando de dolor.
Idrial recogió el estilete del suelo y lo degolló acabando
con los sollozos.
- Vámonos de aquí antes de que
vengan más. - dijo Dayagon mientras le cambiaba la cabezada a Rage y recogía sus cosas.
- Espera aún no
me has dicho qué eres.
Idrial
lo cogió del brazo para retenerlo e instantáneamente le soltó y
dio un paso atrás aunque no tenía intención, no pudo
evitar ver dentro de él.
- Dentro de ti... tanto
odio y dolor...
-
Mi vida no ha sido sencilla.
-
Pero no era
todo, también he sentido amor.
- En serio,
tenemos que salir de aquí. - dijo Dayagon rehuyendo la conversación.
Dayagon se montó
en el caballo y salió al camino sin mirar si la elfa lo seguía. Idrial
montó en Ithil y, enseguida, se puso a su altura.
- Lo que he sentido ahí atrás...
¿Qué te ha pasado?
-
¿De verdad crees que a una persona que he conocido en el camino le voy a contar
mi vida? ¿A una persona que ni siquiera me ha dicho su nombre? Si quieres respuestas
vas a tener que darme tú algunas. No sé si lo sabes, pero esa habilidad tuya
funciona en ambos sentidos, así que dime, ¿cómo te llamas y por qué
buscas a ese demonio?
-
¿Has visto eso? - dijo Idrial un poco sorprendida.
-
Sí, un demonio riéndose en
medio de una masacre, un demonio ahogando al mundo en sangre.
- Entonces ya
sabes por qué lo busco, es una visión que tengo y he de impedir que pase.
Me llamo Idrial y ésta de aquí es Ithil. - dijo palmeando el cuello
del unicornio, ésta relinchó como saludo.
Dayagon se giró
en la silla mirando el camino que dejaban atrás Sus ojos buscaban a
los jinetes que los perseguían que sus oídos ya habían detectado.
- Hemos de salir
del camino. Ve a esa trocha, vamos rápido, nos están persiguiendo.
La vereda les
llevó hasta el río Auel. En su curso más alto solo era un riachuelo
pero más al sur se convertía en un autentico río. Antes de llegar
ya oían el ruido del agua y los rápidos.
- No vamos a poder vadearlo, ¿a dónde
vamos, río arriba o río abajo? - dijo Idrial alzando la voz por
el ruido de los rápidos.
- Río abajo,
estamos más al sur de lo que pensaba, encontraremos un puente
o algún lugar para vadearlo.
El camino era
traicionero, discurría entre árboles y había raíces en
el suelo en las que un caballo se podía romper una pata. Dayagon
miraba hacia atrás constantemente, dejando que Rage eligiera el
camino. Ya se oían claramente los sonidos de la persecución.
Dayagon vio un brillo entre los árboles, a su izquierda, y puso al caballo al
galope, el unicornio no se quedo atrás.
Una flecha
solitaria salió entre los árboles y le pasó cerca de la cabeza. Idrial, encima
del unicornio, le colocó la cuerda a su arco. Sacó una flecha, la puso en la
cuerda y la trajo hasta su oído. Apuntó a los árboles y disparó.
Se oyó un grito al otro lado de los árboles y el ruido al caer algo
pesado al suelo.
Delante de
ellos apareció un jinete, a lomos de un caballo bayo, con una gran
hacha en la mano. Embistió hacia ellos bamboleando el hacha. Dayagon
se agachó sobre la grupa del caballo esquivando el golpe del hacha por los
pelos. El jinete dio la vuelta al caballo para perseguirlos pero Idrial fue más rápida.
Se giró en el lomo del unicornio con el arco preparado y dejó volar la flecha,
el jinete cayó al suelo agarrando el asta que brotaba del pecho.
- ¡Allí hay un puente,
tenemos que cruzarlo! - dijo Dayagon señalando un puentecillo de madera.
-
Al otro lado
solo hay una pradera, allí nos darán caza fácilmente.
- Ese camino
llega a unas formaciones rocosas, si las alcanzamos podremos
despistarlos allí.
El puente
traqueteó bajo los cascos cuando lo cruzaron, parecía que iba a
desmoronarse de un momento a otro. Al cruzarlo, Dayagon
miro atrás y vio como cinco caballos lo cruzaban y muchos más se
acercaban a él.
- Mira a ver si puedes hacer algo con esos bandidos o no
llegaremos.
- Sólo me quedan
dos flechas.
Idrial se giró,
colocó las dos flechas en la cuerda, apuntó y disparó. Las dos flechas
derribaron a sendos jinetes. Se tumbaron sobre la grupa de las monturas para
esquivar las flechas y siguieron al galope. Los cuerpos de los ladrones muertos
frenaron a los demás incrementando el terreno entre ellos.
Llegaron a
la formación rocosa bastante lejos de los bandidos.
La formación rocosa era un laberinto de paredes estrechas, los
caminos se cruzaban, daban vueltas y más vueltas, mucha
gente había muerto aquí a escasos metros de la salida sin
llegar a encontrarla nunca. Dayagon conocía bien el sitio e iba el
primero eligiendo el camino. En ningún momento dejaron
de oír los gritos de sus perseguidores, los relinchos de los caballos
ni el ruido que hacían las herraduras al golpear la roca.
Cuando llegaron
al final vieron un mar de hierba con olas producidas por el viento. Dayagon
frenó al caballo y se bajó. Lo llevó a un lado y volvió con Idrial.
- Vete, cabalga todo lo que puedas
siguiendo el camino y llegaras a Trusberg, hasta allí no te seguirán.
Te daré todo el tiempo que pueda.
-
No, no tienes que sacrificarte por mí, ven conmigo.
-
Sé quiénes son, ellos conocen también el laberinto, apenas les
habremos sacado unos minutos, si nos vamos los dos nos cogerán al
aire libre, en un sitio angosto tengo más posibilidades. Vete, pilla a ese
demonio y salva al mundo.
-
Nos volveremos a ver Dayagon.
-
No lo sé...
- No era una
pregunta.
Idrial azuzó al
unicornio y se alejó al galope. Dayagon se plantó en el centro del camino y
materializó su espada. Puso la punta en el suelo y agarró el puño con las dos
manos. Los caballos ya se oían cerca.
- Un acto heroico por una desconocida. Esto no lava la sangre
de tus manos. - dijo una voz profunda y grave que venía de todos sitios y de
ninguno a la vez.
- Lo sé. ¿Quién
eres? - dijo Dayagon. Pero la voz no respondió.
Ithil mantuvo el
galope y cuando hubo recorrido bastante trecho se permitió bajar el ritmo.
Idrial miraba hacia atrás, donde había dejado a Dayagon a su
suerte. No podía verlo, pero sí que oía el ruido de la pelea.
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