jueves, 28 de febrero de 2013

La leyenda de Dayagon - Capitulo 3

Dayagon miraba a los ojos de Idrial, en ellos no había ningún cambio, era como si no hubiera oído las últimas palabras. Dayagon esperaba alguna reacción por su parte, pero si la había, él no era capaz de verla. Un ruido detrás de los árboles atrajo su atención, tres hombres venían hacia ellos.

- Vaya, vaya, qué linda pareja. - dijo el que estaba más cerca. - Registrarlo a ver que lleva encima, yo me encargo de la señorita.

Los otros dos hombres se acercaron a él, rodeándole. Dayagon le tiró el cuenco con las especias a los ojos del hombre que tenía delante y se giró materializando un espada bastarda en la mano, lo suficientemente ligera para usarla con una mano y con la empuñadura lo suficientemente larga para poder cogerla con dos manos. La punta de la espada entró por la ingle y salió por el cuello dejando un reguero de gotas de sangre tras de sí. El ímpetu del golpe le hizo girar y al bajar la espada puso fin a la vida del otro bandido.

Idrial se levantó rápida con el estilete en la mano pero una patada del bandido hizo que éste cayera al suelo. El hombre intentó cogerla por el pelo. Idrial se zafó de la mano, la agarró y con un golpe seco con la palma le rompió el codo. El bandido cayó al suelo llorando de dolor. Idrial recogió el estilete del suelo y lo degolló acabando con los sollozos.

- Vámonos de aquí antes de que vengan más. - dijo Dayagon mientras le cambiaba la cabezada a Rage y recogía sus cosas.
- Espera aún no me has dicho qué eres.

Idrial lo cogió del brazo para retenerlo e instantáneamente le soltó y dio un paso atrás aunque no tenía intención, no pudo evitar ver dentro de él.

- Dentro de ti... tanto odio y dolor...
- Mi vida no ha sido sencilla.
- Pero no era todo, también he sentido amor.
- En serio, tenemos que salir de aquí. - dijo Dayagon rehuyendo la conversación.

Dayagon se montó en el caballo y salió al camino sin mirar si la elfa lo seguía. Idrial montó en Ithil y, enseguida, se puso a su altura.

- Lo que he sentido ahí atrás... ¿Qué te ha pasado?
- ¿De verdad crees que a una persona que he conocido en el camino le voy a contar mi vida? ¿A una persona que ni siquiera me ha dicho su nombre? Si quieres respuestas vas a tener que darme tú algunas. No sé si lo sabes, pero esa habilidad tuya funciona en ambos sentidos, así que dime, ¿cómo te llamas y por qué buscas a ese demonio?
- ¿Has visto eso? - dijo Idrial un poco sorprendida.
- Sí, un demonio riéndose en medio de una masacre, un demonio ahogando al mundo en sangre.
- Entonces ya sabes por qué lo busco, es una visión que tengo y he de impedir que pase. Me llamo Idrial y ésta de aquí es Ithil. - dijo palmeando el cuello del unicornio, ésta relinchó como saludo.

Dayagon se giró en la silla mirando el camino que dejaban atrás  Sus ojos buscaban a los jinetes que los perseguían que sus oídos ya habían detectado.

- Hemos de salir del camino. Ve a esa trocha, vamos rápido, nos están persiguiendo.

La vereda les llevó hasta el río Auel. En su curso más alto solo era un riachuelo pero más al sur se convertía en un autentico río. Antes de llegar ya oían el ruido del agua y los rápidos.

- No vamos a poder vadearlo, ¿a dónde vamos, río arriba o río abajo? - dijo Idrial alzando la voz por el ruido de los rápidos.
- Río abajo, estamos más al sur de lo que pensaba, encontraremos un puente o algún lugar para vadearlo.  

El camino era traicionero, discurría entre árboles y había raíces en el suelo en las que un caballo se podía romper una pata. Dayagon miraba hacia atrás constantemente, dejando que Rage eligiera el camino. Ya se oían claramente los sonidos de la persecución.  Dayagon vio un brillo entre los árboles, a su izquierda, y puso al caballo al galope, el unicornio no se quedo atrás.

Una flecha solitaria salió entre los árboles y le pasó cerca de la cabeza. Idrial, encima del unicornio, le colocó la cuerda a su arco. Sacó una flecha, la puso en la cuerda y la trajo hasta su oído. Apuntó a los árboles y disparó. Se oyó un grito al otro lado de los árboles y el ruido al caer algo pesado al suelo.

Delante de ellos apareció un jinete, a lomos de un caballo bayo, con una gran hacha en la mano. Embistió hacia ellos bamboleando el hacha. Dayagon se agachó sobre la grupa del caballo esquivando el golpe del hacha por los pelos. El jinete dio la vuelta al caballo para perseguirlos pero Idrial fue más rápida. Se giró en el lomo del unicornio con el arco preparado y dejó volar la flecha, el jinete cayó al suelo agarrando el asta que brotaba del pecho.

- ¡Allí hay un puente, tenemos que cruzarlo! - dijo Dayagon señalando un puentecillo de madera.
- Al otro lado solo hay una pradera, allí nos darán caza fácilmente.
- Ese camino llega a unas formaciones rocosas, si las alcanzamos podremos despistarlos allí.

El puente traqueteó bajo los cascos cuando lo cruzaron, parecía que iba a desmoronarse de un momento a otro. Al cruzarlo, Dayagon miro atrás y vio como cinco caballos lo cruzaban y muchos más se acercaban a él.

- Mira a ver si puedes hacer algo con esos bandidos o no llegaremos.
- Sólo me quedan dos flechas.

Idrial se giró, colocó las dos flechas en la cuerda, apuntó y disparó. Las dos flechas derribaron a sendos jinetes. Se tumbaron sobre la grupa de las monturas para esquivar las flechas y siguieron al galope. Los cuerpos de los ladrones muertos frenaron a los demás incrementando el terreno entre ellos.

Llegaron a la formación rocosa bastante lejos de los bandidos. La formación rocosa era un laberinto de paredes estrechas, los caminos se cruzaban, daban vueltas y más vueltas, mucha gente había muerto aquí a escasos metros de la salida sin llegar a encontrarla nunca. Dayagon conocía bien el sitio e iba el primero eligiendo el camino. En ningún momento dejaron de oír los gritos de sus perseguidores, los relinchos de los caballos ni el ruido que hacían las herraduras al golpear la roca.

Cuando llegaron al final vieron un mar de hierba con olas producidas por el viento. Dayagon frenó al caballo y se bajó. Lo llevó a un lado y volvió con Idrial.

- Vete, cabalga todo lo que puedas siguiendo el camino y llegaras a Trusberg, hasta allí no te seguirán. Te daré todo el tiempo que pueda.
- No, no tienes que sacrificarte por mí, ven conmigo.
- Sé quiénes son, ellos conocen también el laberinto, apenas les habremos sacado unos minutos, si nos vamos los dos nos cogerán al aire libre, en un sitio angosto tengo más posibilidades. Vete, pilla a ese demonio y salva al mundo.
- Nos volveremos a ver Dayagon.
- No lo sé...
- No era una pregunta.

Idrial azuzó al unicornio y se alejó al galope. Dayagon se plantó en el centro del camino y materializó su espada. Puso la punta en el suelo y agarró el puño con las dos manos. Los caballos ya se oían cerca.

- Un acto heroico por una desconocida. Esto no lava la sangre de tus manos. - dijo una voz profunda y grave que venía de todos sitios y de ninguno a la vez.
- Lo sé. ¿Quién eres? - dijo Dayagon. Pero la voz no respondió.




Ithil mantuvo el galope y cuando hubo recorrido bastante trecho se permitió bajar el ritmo. Idrial miraba hacia atrás, donde había dejado a Dayagon a su suerte. No podía verlo, pero sí que oía el ruido de la pelea.

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