domingo, 23 de noviembre de 2014

Buscando el amor.

Recomendación del autor: si podéis, leer el texto con esta música de fondo para mayor ambientación https://www.youtube.com/watch?v=vodd6C5ryUU


La habitación se encontraba en penumbras. Débiles rayos de luz entraban por las rendijas de la persiana iluminando la cama en la que yacía una joven debajo de las mantas. Sara estaba inquieta, todos los días se despertaba recostada en el pecho de su novio Juan mientras este le acariciaba su largo pelo rojizo, pero esta mañana se despertó sola en la cama.

Sara sacó un brazo de debajo de las mantas para encender la luz de la mesilla, pero, en el camino, su mano chocó con un objeto que cayó al suelo. Encendió la luz y pudo ver que el objeto era una pequeña cajita de madera. La tapa superior se había abierto con la caída. Por dentro, estaba forrada con terciopelo rojo sobre el que descansaba una pequeña nota.

"Estoy deseando verte. Aquí, el aire tiene un aroma especial. ¿Recuerdas el olor de las flores de cerezo?"

A Sara, inconscientemente, se le elevó la comisura de los labios formando una pequeña sonrisa. Esa nota solo podía referirse a un lugar, el parque de cerezos que presencio su primer beso y su primer te quiero.

Sara se vistió y, sin pararse a desayunar, salió a la calle, rumbo al parque. Cuando llego allí, el viento levantó una nube de pétalos que volaban por el aire en todas direcciones como si fueran copos de una nieve rosada. Entre esta improvisada niebla distinguió a un hombre que esperaba al lado de un cerezo de espaldas a ella. Se acerco con sigilo para asustarle y cuando estaba cerca, una muchacha apareció de la nada, lo saludó con un ligero beso en los labios y se fueron cogidos de la mano.

Sara, desilusionada, buscaba con la mirada sin hallar rastro de nadie en el parque hasta que reparó en una pequeña cajita de madera a los pies de un cerezo. Esta era idéntica a la que se encontró en su habitación. Al abrirla, descubrió dentro otra nota.

"Lo siento, quería estar ahí, pero me entro hambre. ¿Recuerdas el sabor del teriyaki?"

A Sara se le escapó otra sonrisa cuando terminó de leerla y se dio cuenta de que Juan estaba jugando con ella. La siguiente ubicación también era sencilla de adivinar. Ella solo había comido pollo teriyaki una vez en su vida, en el restaurante donde tuvieron su primera cita.

En el bar del restaurante habían unas pocas personas desayunando, pero Juan no se encontraba entre ellas. Se acerco a la puerta acristalada que separaba el salón del bar y se la encontró abierta. Los camareros estaban preparando las mesas y el metre se acerco rápidamente a ella.

- Señorita, aun no hemos abierto. - le dijo con una suave voz.
- Lo siento, estaba buscando a alguien.
- Ah, ya veo. Espere aquí un momento.

El metre se fue volviendo al poco tiempo con una cajita de madera entre sus manos. Esta era idéntica a la que se encontró en su habitación y en el parque. Al abrirla, descubrió dentro otra nota.

"Sabes que te quiero. Te he querido desde que mis ojos se posaron por primera vez sobre ti."

Sara le dio las gracias al metre y salió del restaurante. Andaba por la calle distraída mientras pensaba en la nota. Sin duda, esta hablaba de cuando se conocieron. No sabía adonde debía dirigirse hasta que de pronto se acordó. La primera vez que se vieron fue en el coche de ella cuando fue a recoger a un amigo, la persona que los presentó.

El coche se encontraba en el garaje de su casa. Cuando llegó, no se sorprendió al encontrar otra cajita en el asiento del conductor.

"Enhorabuena heroína, pero el príncipe que buscas no se encuentra aquí. Búscalo en la torre más alta."

Una gran sonrisa adornó su cara. Esto era tan propio de Juan. El nunca perdía la oportunidad de meterse con ella por su afición al videojuego de Mario. Arrancó el coche y se dirigió a la catedral, sin duda, la torre más alta de la ciudad.

La plaza de la catedral se encontraba repleta de gente. Algunos iban de aquí para allá mientras otros estaban tranquilamente sentados en la terraza de los bares. Por más que miraba, no veía a Juan por ningún sitio. Buscándolo, llegó a la puerta de la catedral, que se encontraba cerrada. A sus pies se encontraba otra pequeña cajita de madera. Cuando la abrió, esperando encontrar otra nota, se quedó helada pues en su interior se encontraba un pequeño anillo de plata con un diamante engarzado.

- ¿Quieres casarte conmigo? - oyó a su espalda.

Sara se giró mientras le corrían las lagrimas por la cara y se abalanzó sobre él, rodeándolo con sus brazos y repitiendo, una y otra vez, sí, sí, sí, sí.

Allí, a los pies de la catedral, la feliz pareja se fundió en un eterno beso.


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