Súric estaba sentado a los mandos de un pequeño sumergible
monoplaza. A través de las ventanas podía ver las fachadas de los edificios de
la antigua humanidad. Casi un siglo atrás, la humanidad había llevado al
planeta al borde del colapso. La sobrepoblación del planeta empezaba a generar
serios problemas como el hambre, la contaminación y la reducción alarmante de
los recursos naturales. El calentamiento global producido por la industria
humana había provocado el deshielo de los glaciares y los polos, aumentando así
el nivel de los océanos y mares. Pero lo peor aún estaba por venir.
Grandes cometas de hielo se fundieron en la atmosfera del
planeta añadiendo una cantidad mayor de agua a éste. La humanidad quedo
relegada a pequeñas islas que, antiguamente, habían sido los picos de las
montañas más altas.
Súric era un submarinista, una persona que se dedicaba a
explorar y rescatar viejos tesoros de las ciudades submarinas. Tenía 24 años y
había crecido oyendo las historias del viejo mundo que contaban los más
ancianos.
- ¿Qué tal por ahí abajo? – dijo una voz crepitante de mujer
desde los altavoces de la radio.
- Espectacular, tendrías que haber bajado conmigo. No sé
porque no has querido – respondió tras coger el micrófono, apretando el pequeño
botón que tenía a un lado.
- Pero si yo quería, fuiste tú el que tuvo que comprarse un monoplaza.
– le contestó la voz de la radio.
Súric comenzó a reír al escucharla. En su cabeza podía ver
perfectamente a su pequeña hermanita
haciendo un mohín con su carita enmarcada por dos pequeñas trenzas que hacía
que pareciera más joven de lo que era.
- Te prometo que si esto nos sale bien comprare un
sumergible más grande para que puedas bajar conmigo. Pero hasta entonces nada,
eres muy pequeña para bajar sola.
- Venga ya, Súric. Solo eres mayor que yo por diez meses. –
dijo la chica con voz de ofendida.
Él volvió a reír mientras pulsaba varios botones.
- Te dejo, voy a salir.
- Buena suerte hermanito. – se despidió de él su hermana a
través de la radio.
Súric se levantó del asiento y abrió la puerta que se
encontraba detrás de sí. La habitación al otro lado tenía una forma circular.
Enfrente de la puerta se encontraba una escalerilla que ascendía hasta una
escotilla. A un lado estaba su traje de submarinista colgado de un gancho.
Se enfundó en el traje y, apoyándose en la escalerilla, se puso
unas pequeñas aletas. Se colocó una máscara de buceo que le cubría toda la cara
con un cristal transparente dándole así el mayor campo de visión posible. Súric
pulsó un pequeño botón rojo y la habitación comenzó a llenarse de agua. Cuando
el agua lo cubrió por completo, los filtros de la máscara comenzaron a
funcionar extrayendo oxigeno del agua para que él pudiera respirar.
Subió por la escalerilla y abrió la escotilla saliendo del
sumergible. Se llevó la mano a la máscara, encendiendo dos linternas a los
lados de esta y la pequeña cámara. Los haces de luz atravesaron el agua
iluminando la fachada que tenía enfrente. El enlucido, que alguna vez habría
tenido el edificio, había desaparecido por el agua y había dejado a la vista
los ladrillos del edificio. Lo que antiguamente eran ventanas, ahora eran
agujeros oscuros que permitían el paso al interior de las ruinas. De algunas
ventanas aun colgaban trozos de madera podrida de los marcos que una vez
tuvieron.
Súric se separó del sumergible y comenzó a nadar hacia la
fachada que tenía enfrente hasta llegar al lado de una de las ventanas. Se apoyó
en los ladrillos, que estaban recubiertos de una película de algas y moho, y se
asomó adentro del edificio.
La habitación estaba prácticamente vacía a excepción de los
restos de madera podrida que había por el suelo, pertenecientes al antiguo
mobiliario. Súric entró en la habitación asustando a unos peces que se metieron
por los huecos de un montón de madera. Se acercó al agujero de lo que
antiguamente era la puerta. En los postigos aun podía apreciarse una bisagra
corroída.
Recorrió la casa y casi todas las habitaciones presentaban
el mismo aspecto. La estancia que menos había acusado el paso del tiempo era el
baño, en el que podía verse la bañera y el inodoro, corroídos por el agua, pero
aun enteros.
La escalera que conectaba todas las plantas del edificio era
cuadrada, con un rellano por planta y tres tramos entre cada una, en el centro
era hueca y podía verse hacia arriba y abajo. La barandilla de metal estaba
corroída y moluscos y algas se habían adherido a ella. Súric se asomó hacia el
fondo y, durante apenas un segundo, vio algo que le pareció una cola bastante
grande que desapareció de su campo de visión. Temiendo que fuera un tiburón o
algo parecido, se llevó la mano a la cadera para asegurarse de que la pistola
seguía en su sitio. Esta pistola submarina con la que tan seguro se sentía, disparaba
unos proyectiles de gran calibre con una hélice que las impulsaba a gran
velocidad por el agua.
Súric siguió explorando la otra casa de ese mismo piso y en
una habitación encontró una cajita de metal. Salió del piso por una de las
ventanas y enseguida divisó las luces de su sumergible. En el fondo, lo que
antiguamente había sido una calle, había coches semienterrados en el fango y el
lodo. Su color se había perdido bajo el tiempo pasado en el fondo del océano y
ahora todos eran marrones oxidados. Algunos aún tenían los cristales en mejor o
peor estado. No viendo nada que le interesara, Súric volvió al sumergible.
- Ya estoy de vuelta, Liri. Voy a subir. – dijo tras volver
a sentarse en el asiento.
La habitación de Súric era pequeña. Su único mobiliario
consistía en una cama individual, un pequeño armario y un escritorio en el que tenía
el ordenador. En la pantalla se estaba reproduciendo en bucle la grabación de
aquella extraña cola. En la pared, Súric había colocado las imágenes de la cola,
fotograma a fotograma. En muchas de ellas había delimitado su contorno y había
anotaciones por casi todas.
- Mira este reflejo aquí. – le dijo Liri señalando una de
las imágenes de la pared. – También está en estas otras tres. Ese reflejo es
producido por una escama.
- Recapitulemos un poco. La aleta de la cola esta en
horizontal con respecto a su cuerpo, como los delfines o ballenas. Es grande,
pero no tanto como para que no quepa por los edificios. Y, al parecer, tiene
escamas. ¿Qué existe en el mar con estas características?
- Nada. – Contestó enseguida Liri.
- Eso descarta todas las especies descubiertas. Por lo que
esto, tiene que ser una especie aún por descubrir.
La casa en la que vivían estaba a la orilla del mar. La casa
era pequeña, contaba con dos dormitorios, un baño que compartían y una
habitación que hacia las funciones de cocina, comedor y sala de estar. Fuera
tenían un embarcadero privado en el que estaba amarrado un barco. Este tenía
sobre la cubierta, asegurado a una grúa, el sumergible. Desde el embarcadero
podían oírse los ruidos de la discusión que mantenían los dos hermanos.
- No, no y no. No te dejare volver allí abajo. Bucearemos en
otro sitio.
- ¿Es que no lo entiendes? Estamos en el umbral de un gran
descubrimiento. Si pudiéramos capturar al pez o conseguir alguna prueba solida de él, podríamos hacernos famosos.
- Pero ¿Y si es peligroso? ¿Y si te pasa algo?
-No estoy indefenso.
- Pero… Pero… No quiero perderte como a papa y mama. – dijo
con los ojos anegados en lágrimas y abalanzándose hacia él para abrazarlo.
- No te preocupes, no me pasara nada. – dijo mientras la
estrechaba entre sus brazos. Al rato se separaron y él le quitó una lágrima con
el pulgar. – Bajare con el sumergible, a ver si podemos conseguir una buena
imagen con sus cámaras.
- ¿No saldrás de él?
- No, no saldré.
El barco estaba parado, mecido tranquilamente por las olas.
La superficie del mar estaba rota por los últimos pisos de los edificios más
altos de la ciudad submarina. Súric se encontraba a bordo del sumergible en la
cubierta del barco. Cogió el micrófono de la radio y se lo llevó a la boca.
- Probando. Probando. ¿Liri, me escuchas?
- Si, sin problema. – le llegó la respuesta a través de los
altavoces.
- Perfecto. Activo las cámaras. – Súric accionó un par de
interruptores y se encendieron delante de él dos monitores con la imagen que
estaban captando las cámaras.
- Muy bien, ya tengo imagen.
Súric pulsó un botón y le llegó un sonido metálico de la
cámara estanca y el indicador de que estaba la escotilla abierta se apagó. Un par
de interruptores más y los motores se encendieron.
- Todo en orden. Ya puedes bajarme.
- Ten cuidado ahí abajo.
La grúa comenzó a funcionar levantando el sumergible de la
cubierta. Una vez por encima de la borda, la grúa giro situando el sumergible
fuera del barco para, a continuación, bajarlo hasta la superficie del mar.
Súric cogió los dos joysticks que controlaban, individualmente,
las dos hélices. Presionó unos botones en los joysticks y los tanques de
inmersión comenzaron a llenarse de agua, hundiendo el sumergible. Descendió
hasta las azoteas de los edificios. Luego, Súric maniobró el sumergible
internándose por las calles de la antigua ciudad. Siguió descendiendo hasta
estar a unos metros del fondo. Los potentes focos del sumergible iluminaban el
agua por todo el material que llevaba en suspensión.
Cuando llegó al edificio en el que había grabado al extraño
pez, Súric colocó el sumergible de lado, iluminando la fachada. Moviéndolo
lateralmente fue de ventana en ventana. No paso mucho hasta que las cámaras
captaron un rápido movimiento.
- ¿Has visto eso? – dijo Súric cogiendo el micrófono de la
radio.
- Si, voy a pasarlo en cámara lenta.
- Pásame el video a las pantallas en cuanto lo tengas.
Al cabo de unos segundos la imagen de los monitores cambió.
El clip que se reproducía en bucle mostraba una ventana y, asomado a ella, una
figura humanoide que rápidamente se ocultaba tras el muro.
- ¿Has grabado a un buzo? ¿Hay otros buceando por aquí? No
veo barcos. – dijo Liri.
- No lo creo. Pausa la imagen, busca un frame que se vea lo
mejor posible.
Esta vez le llevó más tiempo a Liri, pero, al final, su voz
le llegó otra vez por la radio.
- No puede ser, es imposible.
- ¿El qué? Pásame la imagen.
Una imagen fija ocupó las pantallas del sumergible. La
figura humanoide, que Liri había tomado por un buzo, se veía un poco borrosa,
aun así podían apreciarse detalles. La cara estaba envuelta en sombras y apenas
se distinguía nada, a excepción de que se podía ver que la criatura no tenía
ningún dispositivo ni aparato que le ayudara a respirar. Un pelo, que recordaba
a las algas, se mecía por la corriente detrás de sí. La piel desnuda se
apreciaba lisa y brillante bajo las luces de los focos.
- ¿Qué es eso, Súric?
- No lo sé.
Súric llevó el sumergible de ventana en ventana, pero no
volvió a ver a la extraña criatura. Dándose por vencido, Súric alejó el
sumergible del edificio, aun enfocando las cámaras hacia él. Se levantó del
asiento y se fue a la esclusa, donde se enfundó en el traje de submarinismo.
Mientras tanto, oía la voz de su hermana por los altavoces de la radio
llamándolo. Una vez se lo hubo puesto, se acercó y cogió el micrófono para
responder.
- Lo siento, hermana. Tengo que salir, tenemos que conseguir
una buena imagen.
- No, me prometiste
que no lo harías.
- Tengo que hacerlo, con ese video nos acusaron de fraude.
- Pero puede ser peligroso. Por favor, no lo hagas. Hazlo
por mí.
- Tranquila, llevo la pistola. Puedo defenderme. Ahora
hablamos.
Liri siguió gritando al micrófono sin recibir respuesta
alguna mientras miraba los monitores. Al poco rato lo vio buceando hacia la
fachada y perdiéndose por una de las ventanas. Los minutos pasaban lentos, casi
como si fuesen horas, y ella seguía pegada a las pantallas, esperando ver a su
hermano salir del edificio. En menos de quince minutos captó un movimiento. La
criatura salió por una ventana, dos pisos por encima de la que había entrado Súric,
y se acercó al sumergible hasta que desapareció por el borde superior de la
pantalla. Rápidamente, Liri aisló el trozo de video y lo pasó a otro monitor.
En este momento, lamentaba que el traje de Súric no tuviera enlace de radio.
Liri congeló la imagen donde se veía bien a la criatura.
Como habían visto antes, iba desnuda. Su parte superior era humana, femenina,
al parecer, por el par de senos que lucía. Tenía unas líneas en el cuello que
podrían ser agallas. Los dedos de las manos eran más largos que los de un
humano y, aunque pudiera parecer lógico que estuvieran unidos por una membrana
para ayudarse mejor a nadar, no estaban unidos por membrana alguna. Esto
indicaba que era una criatura cazadora y una membrana entre los dedos le
restaría velocidad a sus ataques. Su mitad inferior recordaba a un cetáceo, por
las aletas en horizontal con respecto al cuerpo, salvo por las escamas que la
cubrían. Utilizaba la cola para nadar, ondulando el cuerpo arriba y abajo con
gráciles movimientos.
Cuando Liri volvió a las pantallas que mostraban las
imágenes que tomaba el sumergible en directo, pudo ver otra vez a la criatura.
Esta estaba parada en medio del encuadre, ondulando el cuerpo para mantenerse
en el sitio y que no la arrastrara la corriente. De una ventana de la fachada apareció
Súric y se acercó a la criatura. Con un fuerte golpe con la cola ascendió y fue
a situarse a la espalda de Súric.
Súric se detuvo en el agua, estabilizándose con brazos y
piernas. La criatura, con movimientos lentos y gráciles, dio vueltas alrededor
de él, observándole, con curiosidad. Cada vez se acercaba más y cuando Súric se
movía para tocarla, esta volvía a alejarse. Súric se quedó quieto en el agua, moviéndose
lo menos posible. Al final, la criatura extendió el brazo hasta que sus largos
dedos tocaron el hombro de Súric, apartándose rápidamente. Poco a poco iba
ganando confianza. Cada vez estaba más cerca de él.
Súric no podía creer lo que veía. La criatura se situó delante
de él, cara a cara, mirándole a los ojos. Los ojos de ella eran de un tono
aguamarina con motas del blanco de la espuma de mar. Súric podía ver algo de
belleza en esa cara inhumana. La criatura le colocó las manos encima de los
hombros y, de pronto, a Súric le costaba menos mantenerse en el agua, ya no tenía
que luchar tanto contra la corriente, ella nadaba por los dos. Ella acercó su
cara a la de él, con los labios ligeramente entreabiertos. Le habría besado de
no ser porque el cristal de la máscara se interponía entre los dos. Súric pudo
ver la confusión en los ojos de la criatura al chocarse con la máscara. Esta, subió
una mano de su hombro hasta la máscara, palpándola. Con un movimiento rápido se
la quitó.
Súric intentó recuperarla y solo consiguió que la criatura
se asustara y se alejara de él. Conteniendo la respiración, intentó llegar
hasta ella, que cada vez se acercaba más al edificio alejándose de él. Viendo que
no la alcanzaría, se dio la vuelta y volvió hacia el sumergible. Si entraba de
nuevo en él, no le haría falta la máscara. De pronto, sintió un tirón del talón.
Súric se giró solo para ver a la criatura sujetándole. No sabía
si era por su visión borrosa por el agua o por qué, pero ya no veía belleza en
su cara. Sus ojos eran oscuros y muy grandes. Lo que antes había sido unos
pequeños y bonitos labios, ahora era una gran boca sonriente llena de pequeños
dientes afilados. Su mano se cerró sobre su talón, las uñas traspasaron el
neopreno, la piel y la carne. Súric gritó, expulsando casi todo el aire de sus
pulmones. Llevó la mano a su cadera y cogió su pistola. Casi a ciegas, disparo
dos veces. Las dos veces fallo.
La criatura le soltó y se alejó rápidamente. Súric, ahora
libre, intentó volver al sumergible dejando tras de sí un rastro de sangre en
el agua. Sintió un golpe terrible en el costado, justo debajo de las costillas,
como si lo hubiera atropellado un coche. La criatura le había embestido, alejándolo
del sumergible y enseguida volvió a alejarse de él. Súric volvió a dispararle
y, al igual que la primera vez, ninguna de las balas encontró su objetivo. Cada
vez que intentaba huir sucedía lo mismo, embestida y huida. La criatura no iba
a dejarlo escapar, estaba esperando que muriera y no iba a arriesgarse a salir
herida cuando, con un poco de paciencia, él moriría solo.
Súric estaba agotado y dolorido. Los pulmones le ardían, exigiéndole
que respirara, que introdujera oxígeno en ellos. Las balas de su arma habían desaparecido,
tragadas por la inmensidad del mar. Ahora lamentaba no haber reservado la última
para sí. Cuando el dolor de su pecho llegó a su punto más álgido, abrió la boca
para tragar una bocanada de aire, pero su boca y garganta solo se llenó de agua
salada que le provocó una fuerte tos que terminó por vaciar sus pulmones.
Mientras su vista iba oscureciéndose, vio una figura delante de si, una mujer pálida
con un vestido negro que ondeaba por la corriente, al igual que su pelo dorado.
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