martes, 10 de mayo de 2016

7 mundos, 7 almas - capitulo 3


Súric estaba sentado a los mandos de un pequeño sumergible monoplaza. A través de las ventanas podía ver las fachadas de los edificios de la antigua humanidad. Casi un siglo atrás, la humanidad había llevado al planeta al borde del colapso. La sobrepoblación del planeta empezaba a generar serios problemas como el hambre, la contaminación y la reducción alarmante de los recursos naturales. El calentamiento global producido por la industria humana había provocado el deshielo de los glaciares y los polos, aumentando así el nivel de los océanos y mares. Pero lo peor aún estaba por venir.

Grandes cometas de hielo se fundieron en la atmosfera del planeta añadiendo una cantidad mayor de agua a éste. La humanidad quedo relegada a pequeñas islas que, antiguamente, habían sido los picos de las montañas más altas.

Súric era un submarinista, una persona que se dedicaba a explorar y rescatar viejos tesoros de las ciudades submarinas. Tenía 24 años y había crecido oyendo las historias del viejo mundo que contaban los más ancianos.


- ¿Qué tal por ahí abajo? – dijo una voz crepitante de mujer desde los altavoces de la radio.
- Espectacular, tendrías que haber bajado conmigo. No sé porque no has querido – respondió tras coger el micrófono, apretando el pequeño botón que tenía a un lado.
- Pero si yo quería, fuiste tú el que tuvo que comprarse un monoplaza. – le contestó la voz de la radio.

Súric comenzó a reír al escucharla. En su cabeza podía ver perfectamente  a su pequeña hermanita haciendo un mohín con su carita enmarcada por dos pequeñas trenzas que hacía que pareciera más joven de lo que era.

- Te prometo que si esto nos sale bien comprare un sumergible más grande para que puedas bajar conmigo. Pero hasta entonces nada, eres muy pequeña para bajar sola.
- Venga ya, Súric. Solo eres mayor que yo por diez meses. – dijo la chica con voz de ofendida.

Él volvió a reír mientras pulsaba varios botones.

- Te dejo, voy a salir.
- Buena suerte hermanito. – se despidió de él su hermana a través de la radio.

Súric se levantó del asiento y abrió la puerta que se encontraba detrás de sí. La habitación al otro lado tenía una forma circular. Enfrente de la puerta se encontraba una escalerilla que ascendía hasta una escotilla. A un lado estaba su traje de submarinista colgado de un gancho.

Se enfundó en el traje y, apoyándose en la escalerilla, se puso unas pequeñas aletas. Se colocó una máscara de buceo que le cubría toda la cara con un cristal transparente dándole así el mayor campo de visión posible. Súric pulsó un pequeño botón rojo y la habitación comenzó a llenarse de agua. Cuando el agua lo cubrió por completo, los filtros de la máscara comenzaron a funcionar extrayendo oxigeno del agua para que él pudiera respirar.

Subió por la escalerilla y abrió la escotilla saliendo del sumergible. Se llevó la mano a la máscara, encendiendo dos linternas a los lados de esta y la pequeña cámara. Los haces de luz atravesaron el agua iluminando la fachada que tenía enfrente. El enlucido, que alguna vez habría tenido el edificio, había desaparecido por el agua y había dejado a la vista los ladrillos del edificio. Lo que antiguamente eran ventanas, ahora eran agujeros oscuros que permitían el paso al interior de las ruinas. De algunas ventanas aun colgaban trozos de madera podrida de los marcos que una vez tuvieron.

Súric se separó del sumergible y comenzó a nadar hacia la fachada que tenía enfrente hasta llegar al lado de una de las ventanas. Se apoyó en los ladrillos, que estaban recubiertos de una película de algas y moho, y se asomó adentro del edificio.

La habitación estaba prácticamente vacía a excepción de los restos de madera podrida que había por el suelo, pertenecientes al antiguo mobiliario. Súric entró en la habitación asustando a unos peces que se metieron por los huecos de un montón de madera. Se acercó al agujero de lo que antiguamente era la puerta. En los postigos aun podía apreciarse una bisagra corroída.

Recorrió la casa y casi todas las habitaciones presentaban el mismo aspecto. La estancia que menos había acusado el paso del tiempo era el baño, en el que podía verse la bañera y el inodoro, corroídos por el agua, pero aun enteros.

La escalera que conectaba todas las plantas del edificio era cuadrada, con un rellano por planta y tres tramos entre cada una, en el centro era hueca y podía verse hacia arriba y abajo. La barandilla de metal estaba corroída y moluscos y algas se habían adherido a ella. Súric se asomó hacia el fondo y, durante apenas un segundo, vio algo que le pareció una cola bastante grande que desapareció de su campo de visión. Temiendo que fuera un tiburón o algo parecido, se llevó la mano a la cadera para asegurarse de que la pistola seguía en su sitio. Esta pistola submarina con la que tan seguro se sentía, disparaba unos proyectiles de gran calibre con una hélice que las impulsaba a gran velocidad por el agua.

Súric siguió explorando la otra casa de ese mismo piso y en una habitación encontró una cajita de metal. Salió del piso por una de las ventanas y enseguida divisó las luces de su sumergible. En el fondo, lo que antiguamente había sido una calle, había coches semienterrados en el fango y el lodo. Su color se había perdido bajo el tiempo pasado en el fondo del océano y ahora todos eran marrones oxidados. Algunos aún tenían los cristales en mejor o peor estado. No viendo nada que le interesara, Súric volvió al sumergible.

- Ya estoy de vuelta, Liri. Voy a subir. – dijo tras volver a sentarse en el asiento.



La habitación de Súric era pequeña. Su único mobiliario consistía en una cama individual, un pequeño armario y un escritorio en el que tenía el ordenador. En la pantalla se estaba reproduciendo en bucle la grabación de aquella extraña cola. En la pared, Súric había colocado las imágenes de la cola, fotograma a fotograma. En muchas de ellas había delimitado su contorno y había anotaciones por casi todas.

- Mira este reflejo aquí. – le dijo Liri señalando una de las imágenes de la pared. – También está en estas otras tres. Ese reflejo es producido por una escama.
- Recapitulemos un poco. La aleta de la cola esta en horizontal con respecto a su cuerpo, como los delfines o ballenas. Es grande, pero no tanto como para que no quepa por los edificios. Y, al parecer, tiene escamas. ¿Qué existe en el mar con estas características?
- Nada. – Contestó enseguida Liri.
- Eso descarta todas las especies descubiertas. Por lo que esto, tiene que ser una especie aún por descubrir.



La casa en la que vivían estaba a la orilla del mar. La casa era pequeña, contaba con dos dormitorios, un baño que compartían y una habitación que hacia las funciones de cocina, comedor y sala de estar. Fuera tenían un embarcadero privado en el que estaba amarrado un barco. Este tenía sobre la cubierta, asegurado a una grúa, el sumergible. Desde el embarcadero podían oírse los ruidos de la discusión que mantenían los dos hermanos.

- No, no y no. No te dejare volver allí abajo. Bucearemos en otro sitio.
- ¿Es que no lo entiendes? Estamos en el umbral de un gran descubrimiento. Si pudiéramos capturar al pez o conseguir alguna prueba  solida de él, podríamos hacernos famosos.
- Pero ¿Y si es peligroso? ¿Y si te pasa algo?
-No estoy indefenso.
- Pero… Pero… No quiero perderte como a papa y mama. – dijo con los ojos anegados en lágrimas y abalanzándose hacia él para abrazarlo.
- No te preocupes, no me pasara nada. – dijo mientras la estrechaba entre sus brazos. Al rato se separaron y él le quitó una lágrima con el pulgar. – Bajare con el sumergible, a ver si podemos conseguir una buena imagen con sus cámaras.
- ¿No saldrás de él?
- No, no saldré.



El barco estaba parado, mecido tranquilamente por las olas. La superficie del mar estaba rota por los últimos pisos de los edificios más altos de la ciudad submarina. Súric se encontraba a bordo del sumergible en la cubierta del barco. Cogió el micrófono de la radio y se lo llevó a la boca.

- Probando. Probando. ¿Liri, me escuchas?
- Si, sin problema. – le llegó la respuesta a través de los altavoces.
- Perfecto. Activo las cámaras. – Súric accionó un par de interruptores y se encendieron delante de él dos monitores con la imagen que estaban captando las cámaras.
- Muy bien, ya tengo imagen.

Súric pulsó un botón y le llegó un sonido metálico de la cámara estanca y el indicador de que estaba la escotilla abierta se apagó. Un par de interruptores más y los motores se encendieron.

- Todo en orden. Ya puedes bajarme.
- Ten cuidado ahí abajo.

La grúa comenzó a funcionar levantando el sumergible de la cubierta. Una vez por encima de la borda, la grúa giro situando el sumergible fuera del barco para, a continuación, bajarlo hasta la superficie del mar.

Súric cogió los dos joysticks que controlaban, individualmente, las dos hélices. Presionó unos botones en los joysticks y los tanques de inmersión comenzaron a llenarse de agua, hundiendo el sumergible. Descendió hasta las azoteas de los edificios. Luego, Súric maniobró el sumergible internándose por las calles de la antigua ciudad. Siguió descendiendo hasta estar a unos metros del fondo. Los potentes focos del sumergible iluminaban el agua por todo el material que llevaba en suspensión.

Cuando llegó al edificio en el que había grabado al extraño pez, Súric colocó el sumergible de lado, iluminando la fachada. Moviéndolo lateralmente fue de ventana en ventana. No paso mucho hasta que las cámaras captaron un rápido movimiento.

- ¿Has visto eso? – dijo Súric cogiendo el micrófono de la radio.
- Si, voy a pasarlo en cámara lenta.
- Pásame el video a las pantallas en cuanto lo tengas.

Al cabo de unos segundos la imagen de los monitores cambió. El clip que se reproducía en bucle mostraba una ventana y, asomado a ella, una figura humanoide que rápidamente se ocultaba tras el muro.

- ¿Has grabado a un buzo? ¿Hay otros buceando por aquí? No veo barcos. – dijo Liri.
- No lo creo. Pausa la imagen, busca un frame que se vea lo mejor posible.

Esta vez le llevó más tiempo a Liri, pero, al final, su voz le llegó otra vez por la radio.

- No puede ser, es imposible.
- ¿El qué? Pásame la imagen.

Una imagen fija ocupó las pantallas del sumergible. La figura humanoide, que Liri había tomado por un buzo, se veía un poco borrosa, aun así podían apreciarse detalles. La cara estaba envuelta en sombras y apenas se distinguía nada, a excepción de que se podía ver que la criatura no tenía ningún dispositivo ni aparato que le ayudara a respirar. Un pelo, que recordaba a las algas, se mecía por la corriente detrás de sí. La piel desnuda se apreciaba lisa y brillante bajo las luces de los focos.

- ¿Qué es eso, Súric?
- No lo sé.

Súric llevó el sumergible de ventana en ventana, pero no volvió a ver a la extraña criatura. Dándose por vencido, Súric alejó el sumergible del edificio, aun enfocando las cámaras hacia él. Se levantó del asiento y se fue a la esclusa, donde se enfundó en el traje de submarinismo. Mientras tanto, oía la voz de su hermana por los altavoces de la radio llamándolo. Una vez se lo hubo puesto, se acercó y cogió el micrófono para responder.

- Lo siento, hermana. Tengo que salir, tenemos que conseguir una buena imagen.
 - No, me prometiste que no lo harías.
- Tengo que hacerlo, con ese video nos acusaron de fraude.
- Pero puede ser peligroso. Por favor, no lo hagas. Hazlo por mí.
- Tranquila, llevo la pistola. Puedo defenderme. Ahora hablamos.



Liri siguió gritando al micrófono sin recibir respuesta alguna mientras miraba los monitores. Al poco rato lo vio buceando hacia la fachada y perdiéndose por una de las ventanas. Los minutos pasaban lentos, casi como si fuesen horas, y ella seguía pegada a las pantallas, esperando ver a su hermano salir del edificio. En menos de quince minutos captó un movimiento. La criatura salió por una ventana, dos pisos por encima de la que había entrado Súric, y se acercó al sumergible hasta que desapareció por el borde superior de la pantalla. Rápidamente, Liri aisló el trozo de video y lo pasó a otro monitor. En este momento, lamentaba que el traje de Súric no tuviera enlace de radio.

Liri congeló la imagen donde se veía bien a la criatura. Como habían visto antes, iba desnuda. Su parte superior era humana, femenina, al parecer, por el par de senos que lucía. Tenía unas líneas en el cuello que podrían ser agallas. Los dedos de las manos eran más largos que los de un humano y, aunque pudiera parecer lógico que estuvieran unidos por una membrana para ayudarse mejor a nadar, no estaban unidos por membrana alguna. Esto indicaba que era una criatura cazadora y una membrana entre los dedos le restaría velocidad a sus ataques. Su mitad inferior recordaba a un cetáceo, por las aletas en horizontal con respecto al cuerpo, salvo por las escamas que la cubrían. Utilizaba la cola para nadar, ondulando el cuerpo arriba y abajo con gráciles movimientos.

Cuando Liri volvió a las pantallas que mostraban las imágenes que tomaba el sumergible en directo, pudo ver otra vez a la criatura. Esta estaba parada en medio del encuadre, ondulando el cuerpo para mantenerse en el sitio y que no la arrastrara la corriente. De una ventana de la fachada apareció Súric y se acercó a la criatura. Con un fuerte golpe con la cola ascendió y fue a situarse a la espalda de Súric.

Súric se detuvo en el agua, estabilizándose con brazos y piernas. La criatura, con movimientos lentos y gráciles, dio vueltas alrededor de él, observándole, con curiosidad. Cada vez se acercaba más y cuando Súric se movía para tocarla, esta volvía a alejarse. Súric se quedó quieto en el agua, moviéndose lo menos posible. Al final, la criatura extendió el brazo hasta que sus largos dedos tocaron el hombro de Súric, apartándose rápidamente. Poco a poco iba ganando confianza. Cada vez estaba más cerca de él.



Súric no podía creer lo que veía. La criatura se situó delante de él, cara a cara, mirándole a los ojos. Los ojos de ella eran de un tono aguamarina con motas del blanco de la espuma de mar. Súric podía ver algo de belleza en esa cara inhumana. La criatura le colocó las manos encima de los hombros y, de pronto, a Súric le costaba menos mantenerse en el agua, ya no tenía que luchar tanto contra la corriente, ella nadaba por los dos. Ella acercó su cara a la de él, con los labios ligeramente entreabiertos. Le habría besado de no ser porque el cristal de la máscara se interponía entre los dos. Súric pudo ver la confusión en los ojos de la criatura al chocarse con la máscara. Esta, subió una mano de su hombro hasta la máscara, palpándola. Con un movimiento rápido se la quitó.

Súric intentó recuperarla y solo consiguió que la criatura se asustara y se alejara de él. Conteniendo la respiración, intentó llegar hasta ella, que cada vez se acercaba más al edificio alejándose de él. Viendo que no la alcanzaría, se dio la vuelta y volvió hacia el sumergible. Si entraba de nuevo en él, no le haría falta la máscara. De pronto, sintió un tirón del talón. 

Súric se giró solo para ver a la criatura sujetándole. No sabía si era por su visión borrosa por el agua o por qué, pero ya no veía belleza en su cara. Sus ojos eran oscuros y muy grandes. Lo que antes había sido unos pequeños y bonitos labios, ahora era una gran boca sonriente llena de pequeños dientes afilados. Su mano se cerró sobre su talón, las uñas traspasaron el neopreno, la piel y la carne. Súric gritó, expulsando casi todo el aire de sus pulmones. Llevó la mano a su cadera y cogió su pistola. Casi a ciegas, disparo dos veces. Las dos veces fallo.

La criatura le soltó y se alejó rápidamente. Súric, ahora libre, intentó volver al sumergible dejando tras de sí un rastro de sangre en el agua. Sintió un golpe terrible en el costado, justo debajo de las costillas, como si lo hubiera atropellado un coche. La criatura le había embestido, alejándolo del sumergible y enseguida volvió a alejarse de él. Súric volvió a dispararle y, al igual que la primera vez, ninguna de las balas encontró su objetivo. Cada vez que intentaba huir sucedía lo mismo, embestida y huida. La criatura no iba a dejarlo escapar, estaba esperando que muriera y no iba a arriesgarse a salir herida cuando, con un poco de paciencia, él moriría solo.

Súric estaba agotado y dolorido. Los pulmones le ardían, exigiéndole que respirara, que introdujera oxígeno en ellos. Las balas de su arma habían desaparecido, tragadas por la inmensidad del mar. Ahora lamentaba no haber reservado la última para sí. Cuando el dolor de su pecho llegó a su punto más álgido, abrió la boca para tragar una bocanada de aire, pero su boca y garganta solo se llenó de agua salada que le provocó una fuerte tos que terminó por vaciar sus pulmones. Mientras su vista iba oscureciéndose, vio una figura delante de si, una mujer pálida con un vestido negro que ondeaba por la corriente, al igual que su pelo dorado.

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