viernes, 10 de julio de 2015

Dol´Mara, la ciudad de los excesos. - Capitulo 1


Después de la Gran Batalla del Caos, los elfos que siguieron a Asael fueron hacia el norte dominando a los barbaros humanos que allí habitaban. Se establecieron en clanes liderados por poderosos guerreros que sometían a los demás bajo su voluntad. Los elfos se mezclaron con los humanos diluyendo la sangre elfica con cada generación. Había un clan que no veía esto con buenos ojos, el clan Edhelri. Los elfos de Edhelri se asentaron a los pies de la montaña Thandmoril, a la que nombraron así en honor de su gran líder. Thandmoril le declaró la guerra a los clanes vecinos con un único objetivo en mente, unificar todos los clanes bajo una sola bandera y establecer la supremacía de la pureza de sangre elfica. Uno a uno fue subyugando a los clanes y formo el gran imperio de Adalia.

Cuando la guerra de los clanes terminó, Thandmoril volvió a su poblado con la intención de proclamarlo como su capital. En su ausencia, su hija primogénita, Dol´Mara, se había casado con un mestizo y había abierto las puertas del poblado a lo que él consideraba como seres inferiores. Thandmoril montó en cólera y como castigo ejemplar, empaló a su hija y a su prometido a las puertas del poblado que prendió fuego con todos los mestizos dentro. Se dice que durante todo el tiempo que ardió el poblado podía verse a Thandmoril mirando desde una colina y escuchando los alaridos de terror y dolor. De los cimientos del poblado levantó la ciudad que sería su capital y la llamó Dol´Mara para que nadie olvidara lo que allí aconteció. Decretó que ningún mestizo entrara jamás en la ciudad bajo pena de muerte y les prohibió el acceso a la nobleza. Thandmoril vivió allí hasta el final de sus días gobernando Adalia y, hasta el día de hoy, sus descendientes siguen gobernándola bajo un puño de acero.

Con el paso de los años, Dol´Mara fue agrandándose hasta ocupar el valle que había entre la montaña y el rio Liathas. Thandmoril construyó su palacio en mármol a los pies de la montaña. Alrededor del palacio se extendía el barrio de los nobles más ricos y poderosos y, más allá, el barrio de los menos acaudalados como las familias de los soldados de la ciudad o los comerciantes. La ciudad fue construida en piedra con edificios bajos. Las casas de los nobles eran bastante más grandes, a menudo contaban con una segunda planta y un jardín exterior rodeado por muros.

El rio Liathas era navegable casi hasta su nacimiento, en los grandes glaciares del norte. La ciudad contaba con un gran puerto en este rio y por aquí entraban la gran mayoría de suministros que llegaban a la ciudad. Tras la muerte de Thandmoril, su hijo Nimwen fue coronado emperador y abolió la prohibición de la entrada de mestizos en la ciudad por la presión de los nobles que tenían una gran cantidad de esclavos y por los mestizos que venían con las caravanas comerciales. A pesar de ésto, nunca hubo un acercamiento real entre los mestizos y los elfos.

Dol´Mara fue categorizada por muchos como la ciudad del caos. Muchas de las leyes que regían Adalia no se cumplían aquí. Los nobles vivían de las rentas de las tierras que explotaban sus siervos mestizos y, en la ciudad, se limitaban a divertirse de todas las formas que su mente pudiera organizar. Durante el día, los esclavos hacían todos los recados que les encargaran sus extravagantes amos. Durante la noche, la ciudad cobraba vida con las fiestas de los elfos.

Las tabernas se llenaban y una legión de camareras, esclavas del dueño, les servían cerveza, vino y licores en grandes cantidades y no solo bebida era lo que ofrecían. El segundo piso estaba ocupado por pequeñas habitaciones con una cama como único mobiliario para todo cliente que quisiera pagarlo. Todas las tabernas contaban con un cuadrilátero en el que se organizaban peleas en las que la nobleza apostaba. Grandes fortunas cambiaban de manos en estas peleas. Normalmente, los luchadores eran esclavos del propietario de la taberna, pero, a veces, luchaban mercenarios y soldados en busca de un poco de dinero fácil. Las peleas podían ser hasta la rendición, hasta la primera sangre, hasta la inconsciencia y, muy pocas veces, hasta la muerte.

Los nobles organizaban fiestas en sus casas como una demostración de opulencia y poder. Estas fiestas comenzaban temprano con una copiosa cena. Los esclavos la servían y si cometían el más mínimo error podían ser duramente castigados, hasta con la muerte. Durante las fiestas se consumían grandes cantidades de alcohol y drogas, como el Gil´Dal, y no era muy raro que estas fiestas terminaran con una bacanal de sexo descontrolado. Una práctica, que empezó a difundirse en la ciudad, era la de cubrirse el miembro de Gil´Dal antes del sexo para que así el cuerpo lo asimilara a través de los genitales.

No era raro que estas noches de fiesta en la ciudad terminaran con algún muerto, normalmente por sobredosis y, en menor medida, por peleas de borrachos y robos frustrados.


A unas tres horas de camino a pie se encontraba una granja. La granja era de una familia, sierva de un noble que nunca había salido de Dol´Mara. En el seno de esta familia nació Shariva. Creció en la granja, ayudando a su familia en sus cuidados, y con tan solo trece primaveras ya podía verse la belleza latente en ella. Su pelo dorado caía liso hasta la mitad de la espalda, sus facciones, finamente cinceladas, apenas delataban su origen mestizo, pero lo que más destacaba en su cara eran sus dos grandes ojos de un profundo azul cobalto en los que se podía ver que su inteligencia era aun mayor que su belleza. Desde muy pequeña demostró una gran curiosidad y por culpa de ésta se escondió un día en el carro, en el que su padre y su hermano mayor iban a Dol´Mara a vender, entre un barril de coles y una jaula con tres furiosas gallinas que intentaban picarla si se acercaba demasiado, cosa que pasaba con frecuencia por los baches del camino.

Fue su hermano el que la descubrió cuando empezó a descargar el carro en el almacén de un comerciante mientras su padre ultimaba los detalles de la venta con él. Ragil la agarró de la muñeca e hizo que se bajara del carro.

- ¡Au!, me haces daño. - Dijo Shariva mientras intentaba soltarse de la presa de su hermano.
- Shh. - le chistó su hermano llevándose un dedo a los labios mientras reducía la presión sin llegar a soltarla y miraba hacia dentro del almacén para ver si su padre la había visto. Tirando de ella la metió a un callejón. - ¿Qué haces aquí? Si padre se entera te zurrara con el cinturón.
- Quería ver lo que hacíais y conocer la ciudad.
- No deberías haberlo hecho, este es un lugar peligroso.

Aparecieron dos hombres en el  extremo opuesto del callejón con porras de madera colgadas al cinto confirmando sus palabras.

- Mira Linlo, una parejita. ¿Que estáis haciendo aquí? - dijo el más alto con una sonrisa pintada en la cara.
- Dejadnos en paz, somos comerciantes. - dijo Ragil poniéndose delante de ella
- ¿Has oído? - le preguntó a su compañero dándole un golpe con la mano en el pecho. - Son comerciantes, me gustaría saber lo que vende la chiquilla. Eh chica, ¿Cuál es tu precio?

Shariva retrocedió ante esta pregunta hasta que su espalda chocó contra algo caliente. Ese algo le pasó un brazo por el cuello mientras que con la otra mano le agarró de un seno por casualidad. Shariva dio un pequeño grito que acalló el hombre tapándole la boca. Su nariz se llenó del asqueroso hedor que desprendía el hombre, una mezcla entre sudor, humo, alcohol y arenques escabechados. Al oír el grito, su hermano se dio la vuelta.

- Suéltala. - fue lo único que llego a decir antes de que el hombre alto se le echara encima sujetándolo a el también.

Ragil forcejeó para intentar soltarse del abrazo del hombre hasta que este introdujó una pierna entre las suyas haciéndole una zancadilla que le hizo caer al barro del callejón. El hombre le puso la rodilla en la espalda para que no pudiera levantarse mientras cogía sus brazos para juntarlos por las muñecas y atarlos con la cuerda que le tendía su compañero.

Shariva mordió con todas sus fuerzas la mano que le tapaba la boca hasta que se le llenó de un líquido caliente de sabor metálico. El hombre la soltó con un aullido de dolor y rápidamente salió corriendo del callejón hacia el almacén gritando: "Padre, padre". Thornrion, su padre, salió del almacén y la estrechó entre sus brazos.

- ¿Qué haces aquí, qué te ha pasado? - le preguntó al verla llorando y el reguero de sangre que le deslizaba desde la boca hasta la barbilla goteando en su vestido de lana.
- Unos hombres malos han cogido a Ragil. - respondió entre sollozos mientras señalaba hacia el callejón por el que salían tres hombres arrastrando a su hijo maniatado.

Thornrion cogió  un garrote pequeño que tenía en el carro y se abalanzó hacia ellos. Al primero le dio en la pierna haciendo que cayera de rodillas acompañado de un terrible sonido. El segundo golpe fue a la espalda, tan fuerte que se partió el garrote en dos provocando un sonido aun peor que el anterior y una nube de astillas.

El segundo hombre, que tenía la mano sangrando, esquivó el puñetazo que iba a su cara y le asestó un gancho en la barriga dejándolo sin aire. Dio un paso atrás para ganar algo de espacio y le mandó un puñetazo directo a la mejilla. Thornrion intentó responder con un puñetazo al cuerpo que el hombre paró fácilmente con el codo mientras le daba otro golpe, esta vez en la otra mejilla, que provocó que cayera de espaldas al suelo. Al caer, se golpeó la cabeza nublándosele la vista por lo que no pudo ver como el hombre le agarraba de la camisa levantándole el torso del suelo. Lo primero y último que vio fue el puño del hombre que venía hacia su cara instantes antes de cerrar los ojos por un acto reflejo. El hombre siguió golpeándole varias veces más hasta que le soltó de la camisa dejando tirado en la calle el cuerpo inconsciente.

Shariva chilló viendo a su padre así. El hombre alto señaló hacia ella y le dijo a su compañero mientras ponía en pie a Ragil:

- Cógela, vámonos de aquí antes de que llegue la guardia.

La chica, al oír ésto y ver como se acercaba el hombretón, se dio la vuelta y corrió tan rápido como sus pequeñas piernas le permitían. Corría sin rumbo fijo. Chocó con una persona que llevaba una tinaja entre las manos que se le cayó estampándose contra el suelo y desperdigando aceitunas por toda la calle. Corrió hasta que el pecho le ardía y cuando se detuvó sentía las piernas como si fueran de gelatina y tuvó que sentarse en una caja que había apoyada en la pared. Por fortuna, había escapado de sus perseguidores. Por desgracia, ahora se encontraba sola y perdida en Dol´Mara.

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