domingo, 24 de agosto de 2014

La leyenda de Dayagon - Capitulo 14

Dayagon se separó del grupo. Mientras los demás se dirigían hacia la entrada de la mansión el puso rumbo a la playa. El cielo estaba lleno de nubes, algo por lo que se alegro Dayagon, así habría más oscuridad. Llegó hasta la base del acantilado sobre la que se alzaba la mansión. Encontró un buen punto donde podría empezar la subida y se transformó en yokai. Vestía con un chaleco sin mangas abierto y unos pequeños pantalones, todo ello de color negro. Su pelaje, de un marrón oscuro, estaba roto por una franja de pelo rojo que iba desde su cabeza, descendiendo por su espalda, hasta el inicio de su cola.

Ayudado por las garras comenzó a escalar con rapidez. En poco tiempo cubrió los ciento cincuenta metros de acantilado. Una estrecha repisa separaba el borde del muro de la mansión. Las piedras, que otrora habían sido lisas, estaban desgastadas por la erosión y el paso del tiempo. Escalar los muros de la mansión le costó mucho más de lo que le había costado el acantilado. Encontró una ventana abierta en el segundo piso que daba a un pequeño dormitorio. Allí recuperó su forma humana y fue hacia la única puerta que vio.

La puerta salía a un pasillo largo con unas grandes cristaleras que daban al patio. Dayagon se asomó por ellas ocultándose con el marco. El patio estaba ocupado con unas grandes tiendas. Orcos y mestizos andaban por el patio. No será fácil pasar entre ellos para abrirles la puerta, pero primero tendré que encontrar la manera de bajar. Pensó Dayagon.

Se dio la vuelta separándose de la ventana y un puño impactó en la boca de su estomago dejándolo sin respiración. Le pusieron una capucha en la cabeza y sintió unos grilletes en sus muñecas.



Idrial, Killian y los soldados se ocultaron en el bosque cerca de la puerta de la mansión. Los soldados que custodiaban la puerta eran mestizos. Sus caras aun conservaban algo de los rasgos elficos que tuvieron alguna vez. Las orejas levemente alargadas, la cara más redondeada, más parecidos a humanos que a elfos. Los elfos los consideraban una deshonra para su raza y, aunque tenían un pasado común, no los consideraban sus hermanos. Vestían con armaduras de acero atadas por encima de ropas de un vivo color rojo. Al cinto portaban unas grandes cimitarras de aspecto letal.

El tiempo pasaba mientras estaban allí agazapados. Idrial empezaba a preocuparse por Dayagon.

- Lleva mucho rato hay dentro. Deberíamos entrar. - susurró Idrial a Killian.
- No se ha oído ningún ruido de alarma ni de lucha. Démosle un poco más tiempo y entramos.



Dos mestizos arrastraron de las asilas a Dayagon por la casa hasta que llegaron a su destino y lo tiraron violentamente al suelo.

- Señor, hemos encontrado a este humano merodeando por los pasillos.

El mestizo lo levanto de la cabeza dejándole de rodillas y le quito la capucha cegándolo por la repentina luz. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz vio delante de si a un elfo vestido con una túnica roja con una elegante decoración dorada y plateada. Tenía el pelo blanco recogido detrás de las puntiagudas orejas por una pequeña tiara. Sus profundos ojos de color avellana lo miraban fijamente.

- ¿Quién eres? Humano. - dijo con una voz tan dulce que sorprendió a Dayagon.
- Nadie. - respondió con voz desafiante mirándole a los ojos.

Eathane le dio un puñetazo en la barriga. Tenía mucha fuerza para un hombre con una complexión tan delgada. Dayagon se dobló hacia delante hasta que su frente tocó el suelo sintiendo el agudo sabor de la saliva en la boca. Aguantando las nauseas volvió a levantarse mirando la habitación en la que estaba.

El estudio de Eathane tenía las paredes repletas de estanterías. Detrás de él había una pesada mesa de mármol blanco, un gran contraste con el negro de las paredes y el suelo. Las ventanas ofrecían una preciosa vista, unos débiles rayos de luz se escapaban entre las nubes hacia la superficie del océano.

- No te lo repetiré otra vez, humano. ¿Quién eres y que haces aquí?
- Ya veo que me he equivocado contigo. Yo que pensaba que eras un mestizo, Eathane.

Eathane entrecerró los ojos y las fosas nasales se ensancharon antes de golpear a Dayagon en la cara. El dolor se extendió por su mejilla y le hizo ver pequeñas chispas de luz. Cuando Dayagon se recuperó vio a un orco a su derecha. El orco sonreía dejando ver sus grandes dientes amarillos. Llevaba la cabeza totalmente rapada y grandes piezas de oro le decoraban las orejas y la nariz. Su chaleco marrón dejaba su torso descubierto donde se podían apreciar los grandes músculos debajo de esa piel olivácea. Dayagon volvió a girar la cabeza para mirar a Eathane mientras notaba una gota de sangre deslizándose por su labio desde la nariz.

- Así que sabes quién soy.
- Eathane, podrías dejarlo para luego. Tenemos muchos asuntos que discutir. - dijo el orco con su atronadora voz.
- Si, ya lo sé. Enseguida volvemos a lo nuestro...
- Mauthok. - le interrumpió Dayagon terminando la frase por él. Dayagon volvió a mirar al orco. - ¿Sabes? Deberías de darme las gracias. Si no fuera por mí, no te sentarías en tu fétido trono, orco.

Eathane le dio otro puñetazo que le partió el labio. Dayagon escupió una mezcla de sangre y saliva al suelo.

- ¿Tu mataste a Gorth´Kuz? - pregunto Mauthok.
- Así es.
- Entonces es un espía de Norwens. Gorth´Kuz murió atacando un campamento del ejército imperial.
- Por supuesto que es un espía, ningún humano en su sano juicio vendría aquí. - dijo Eathane mientras bebía de su copa de vino. - ¿Cuál es tu misión?
- Mataros a los dos.

Eathane estallo en carcajadas, apenas audibles por la atronadora risa de Mauthok.

- ¿Y cómo piensas hacerlo si te hemos capturado?

A Dayagon se le dibujó una gran sonrisa en el rostro antes de contestar.

- Aun no me habéis atrapado.

Dicho esto y ante el asombro de los presentes, Dayagon se transformó en yokai. El cambio de tamaño de sus muñecas y manos hizo que los grilletes cayeran al suelo con un gran estruendo metálico. Se levanto rápidamente materializando dos espadas cortas con las que degolló a los dos mestizos que lo habían llevado allí.

Dayagon se giró justo a tiempo para desviar una estocada de Eathane. El elfo le lanzó varios golpes con su pequeño estoque. Dayagon los desvió todos y salto hacia atrás para esquivar el pesado puño de Mauthok. Dayagon esquivaba al orco al tiempo que le hacía pequeños cortes por todo su cuerpo. Aun desarmado, Mauthok era un peligroso oponente. Uno de sus puños impacto a Dayagon en el hombro y lo mandó volando por la habitación hasta que se estrelló contra una estantería destrozándola por completo y provocando un alud de libros encima de él.

Dayagon se levantó de un salto despejándose la cabeza. Mauthok desenvainó una cimitarra de uno de los mestizos y se abalanzó sobre él. Dayagon lo esquivó dando un tajo hacia atrás con su espada haciendo un profundo corte en la espalda del orco. Este, grito de dolor y rabia y se giro dando un brutal golpe con la cimitarra que hubiera arrancado la cabeza de Dayagon si no se hubiera agachado unos segundos antes. Dayagon dio un paso adelante colándose por debajo de la cimitarra y clavó su espada en la garganta del orco. Con un giro de muñeca destrabó el arma y dejo a Mauthok ahogándose en su propia sangre.

Dayagon se transformó nuevamente en humano y salió de la habitación mientras oía a lo lejos una campana.



El ruido del ajetreo en el patio de la mansión estaba silenciado por el estruendo de la campana. Los mestizos que hacían guardia se miraron entre si y se dirigieron a la puerta para ver que ocurría. Los soldados aprovecharon este momento para salir entre los árboles y matarlos al tiempo que abrían la puerta.

- Lo habrán descubierto. Matad a todos los que os encontréis.

Killian abrió la puerta de par en par. El patio estaba ocupado por unas grandes tiendas a ambos lados. Las dos tiendas formaban un pasillo hacia la puerta de entrada a la mansión ubicada al final de una escalinata por la que se perdían tres mestizos y un par de orcos. De una de las tiendas salieron dos orcos ajustándose la armadura. Al verlos, se lanzaron sobre ellos lanzando gritos de guerra. Idrial abatió a uno mientras corría y el otro murió a manos de un soldado.

- Vosotros tres quedaos aquí, que no salga nadie. Los demás vamos adentro, que no quede nadie con vida. - ordeno Killian a sus hombres.

La entrada de la mansión daba a un recibidor con muchas puertas y al fondo una gran escalera. Se dividieron para explorar, cuatro soldados se quedaron en la planta baja y Killian, Idrial y los dos soldados restantes subirían a los pisos superiores.

Un caballo relinchó fuera de la mansión. Killian se dio la vuelta imaginando lo peor y vio a Eathane y cuatro mestizos arroyando en su huida a los soldados que había dejado atrás.

- ¡Joder! Buscad a Dayagon, nos largamos de aquí.

 Cuando subían por la escalera oyeron un golpeteo sordo en los escalones del tramo superior. Llegaron al descansillo y vieron la cabeza cercenada de un mestizo cayendo por los escalones dejando un reguero de sangre tras de sí.

La imagen que contemplaron al subir era aun peor. Las paredes del pasillo estaban manchadas por sangre. Tres cadáveres estaban tendidos en el suelo regando la alfombra de sangre. Se dividieron por parejas, Idrial y Killian se fueron hacia el ala izquierda de la mansión. No encontraron ni rastro de vida por las habitaciones que pasaron pero en más de una sí que había rastro de la muerte, cadáveres en diversos estados de desmembración.



Dayagon andaba por la mansión buscando enemigos que matar, buscando a Eathane. Llevaba en la mano una espada totalmente negra sin puño. La hoja estaba llena de acanaladuras formando unas runas rojas por la sangre que había en ellas. Esa espada estaba tan afilada que podía cortar una hoja por la mitad en el aire.

- Hacia tiempo que no veía esa espada, la Bebedora de Sangre. - Dijo una voz profunda y grave desde lo más hondo de su cabeza.
- Porque hacía tiempo que no la utilizaba. - respondió Dayagon en voz alta aunque sabía que la voz no volvería a hablarle.

Un mestizo salió delante de él desenvainando su cimitarra. Dayagon apretó la mano que sostenía la espada y la sangre broto entre sus dedos. La espiga estaba afilada y le cortaba y se clavaba en su mano cada vez que la usaba. El mestizo se lanzó sobre él y Dayagon, en un movimiento lento y fluido, le esquivó y le cortó la mano a la altura de la muñeca. El mestizo gritó y Dayagon lo acalló cercenándole la cabeza. Allí, delante del cadáver de ese mestizo, fue donde lo encontraron Idrial y Killian.

- Dayagon, vamos, Eathane se ha escapado. Tenemos que irnos antes de que vuelva con refuerzos.

Este momento de despiste fue aprovechado por un mestizo que salió de una habitación y embistió a Dayagon hundiendo el hombro en su estomago. Con el impulso que llevaban chocaron contra una ventana que se rompió en mil pedazos. Dayagon y el mestizo desaparecieron por el hueco de la ventana precipitándose al vacio mientras el grito de Idrial se elevaba hacia el cielo.


- ¡Dayagon!

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